Actualizado hace: 938 días 15 horas 50 minutos
Fernando Macías Pinargote
Escupir hacia arriba

A través de un spot, las fuerzas vivas de Guayaquil califican de pocilga al ex aeropuerto internacional, en respuesta a la idea del Presidente Correa de que el Estado reciba mayor participación de las ganancias que deja la concesión de la nueva terminal aérea. De acuerdo a las expresiones del spot, llegamos a la dolorosa conclusión de que, durante 50 o más años, miles de ecuatorianos, centenares de artistas, políticos internacionales, el Papa, hombres de letras y de ciencia, deportistas ilustres, etc., que hicieron declaraciones afectuosas al llegar a Guayaquil, lo hicieron desde una pocilga. Qué desconsiderados somos.

Jueves 08 Noviembre 2007 | 20:14

La vieja práctica del lema “antes y después de mí el diluvio” tiene, al parecer, ensoberbecidos a muchos líderes de Guayaquil, ciudad cuya grandeza nadie desconoce, como tampoco nadie desconoce que mucho del dinero con que se han construido obras suntuarias y no suntuarias de la Perla del Pacífico, proviene del bolsillo de todos los ecuatorianos. Estoy seguro de que si, hace dos años, alguien hubiera llamado pocilga al aeropuerto Simón Bolívar, Nebot lo hubiera increpado y hasta enjuiciado, como lo hizo con alguna revista española que se atrevió a decir que Guayaquil era altamente peligroso para el turista. Hay más: que Guayaquil esté dolido por lo de la península, es comprensible, porque a nadie le gusta que le arrebaten algo, por muy justo que parezca. Pero algunas de las reacciones por ese despojo suenan a simple revancha, como el llamado de las fuerzas políticas y cívicas para que nadie asista en los feriados a las playas de Salinas, y que en cambio acudan al nuevo boom de la temporada, las playas de General Villamil Playas. Es como que si el coraje les hubiera hecho ver, así de pronto, que Salinas, Santa Elena y La Libertad no eran tan bonitas como parecían sino auténticas pocilgas como el antiguo aeropuerto, y que realmente la única meritoria era la olvidada cenicienta General Villamil Playas, en donde se volcarán todos los esfuerzos. Recibí un correo de una ofendida guayaquileña que expresa que Guayas no perdió a la península, sino que la península perdió a Guayas, y vaticina, entre otras cosas terribles, que Salinas y compañía se convertirán en pobres y atrasadas, y General Villamil crecerá como la espuma hasta convertirse en uno de los mejores balnearios del Pacífico. Pero la cosa no termina allí. ¿Seguirán alabando los historiógrafos guayaquileños a la cultura Valdivia, a sabiendas que ahora tendrán que decir que está en la provincia de Santa Elena y no en Guayas? ¿O la nostalgia y el coraje les harán decir que quienes afirmaron que la cultura Valdivia era manabita tenían razón? En este caso, un coraje que nos haría justicia. Creo que muchos líderes deberían tener cordura para decir las cosas, inclusive en los momentos difíciles. De lo contrario escupirían hacia arriba con las consecuencias conocidas. "Muchos líderes deberian tener cordura para decir las cosas"
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