Desde la noche del once de abril, cuando se anunció que Lasso es el nuevo presidente de Ecuador, se respira un nuevo aire en el ambiente, de libertad, paz y optimismo. Me ha alegrado tanto que por fin culmine esa toxicidad compuesta de violencia, agresión, fanatismo y opresión que los ecuatorianos hemos vivido por largos años, lapso en el que las autonomías se fueron perdiendo poco a poco y en donde reinó una energía pesada desesperanzadora.
Qué alivio que por fin los vehementes socialistas del siglo XXI guarden un poco de silencio y ahora, con dosis de humildad, puedan observar cómo emergen decenas de puntos de vista y criterios e intereses variados que forman parte del conglomerado ecuatoriano y latinoamericano y que abran los ojos y, sobre todo, den una nueva oportunidad a hacer política desde el encuentro, la democracia y la participación.
Pese a las condiciones de salud y socioeconómicas que atraviesa el país, los resultados electorales han inyectado confianza y expectativa, en las redes sociales todos los días se lee: “ahora sí deseo quedarme en el país y emprender”, “tengo confianza de endeudarme y ampliar mi negocio”, “he decidido no migrar”, entre otras expresiones que dan una mirada diferente del país que habitamos y queremos.
Por otro lado, Lasso ha anunciado días atrás que derogará la Ley de Comunicación, qué magnífica noticia para la colectividad y los medios de comunicación, los que podrán volver a cumplir el objetivo de crear opinión ciudadana y realizar periodismo de investigación sin persecución. Un nuevo comienzo para recuperar las bases democráticas del país. Libertad para emprender, opinar y disentir; se necesitaba tanto y hoy mora entre los ecuatorianos que nos sentimos solidarios en respaldo a una nueva forma de administrar el país.
Por otra parte, estas elecciones también han permitido que los pseudo políticos se desenmascaren: aquellos que han migrado de un partido a otro para seguir asidos al poder, los que han negado el derecho a elegir a sus adeptos, se ha identificado plenamente a los oportunistas y también a quien se creyó insuperable para vencer al correísmo; sin duda en las circunstancias límites se confronta el interés propio versus el beneficio colectivo.
Que esta libertad perdure y opaque los intentos de secuestrar el pensamiento y la libertad de expresión y que el humanismo, la ética y los valores se recuperen en el quehacer político.
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