Hace 10 años encontró trabajo en una institución pública. No cambió un milímetro su opinión por eso que llaman política. No iba a matar sus neuronas hablando de políticos o ideologías. Él tenía un empleo, era lo que importaba. Pero todo cambió cuando fue víctima del coronavirus, y no porque se contagió, sino porque el gobierno lo despidió hace tres meses. 

Lo vi la semana anterior,  y después de contarme su desventura, comenzó a despotricar contra este gobierno, al que considera mediocre e indolente. El viejo Mario desapareció el día que lo despidieron. Es un desempleado que utiliza las redes sociales para escribir lo que detestaba: la política. Ahora sí le interesa, porque fue víctima de lo que antes despreció.