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Vanessa Rodríguez Egüez
Muertes que nos duelen

Ninguna muerte es fácil, ni las repentinas ni las esperadas, porque siempre nos negamos a aceptar lo único que sabemos certero en nuestra existencia.

Jueves 21 Mayo 2020 | 04:00

Sin embargo, la muerte en el contexto de una pandemia debe ser más difícil aún. Puedo imaginar la impotencia de sentir que esa muerte se pudo evitar y los pensamientos recurrentes: si se hubiera cuidado como le dije, si la ambulancia hubiera llegado antes, si el médico hubiera actuado a tiempo, si este virus no hubiera llegado de China…
Hace unas semanas llamé a dar un pésame por una muerte presuntamente causada por la COVID-19.  “Lo que más me duele es no poder despedirla”, me dijo deshecha en llanto la persona a quien llamé. “Murió sola en el hospital y no pude acompañarla”.  Tampoco pudo estar en el funeral porque simplemente no hubo. La COVID-19 no solo se nos está llevando gente, sino también momentos de perdón, de solidaridad, de despedida.
El número de personas que han perdido la vida en Manabí, en el contexto de la pandemia, ha ido en aumento. De hecho, la provincia se ha convertido en la tercera a nivel nacional con mayor número de víctimas. 
En el periodo que va del 1 al 18 de mayo, Manta es la tercera ciudad del país en defunciones y Portoviejo es la quinta. En este período, toda la provincia registra 616 personas fallecidas, que son más que las personas que murieron en todo el mes de marzo.  Esta realidad es distinta en cantones como Olmedo, en donde no se registran fallecimientos en mayo, o Jama en donde se registra uno y Junín, San Vicente y Santa Ana que registran 2 muertes.
El mes más crítico para la provincia ha sido abril, cuando hubo 1.342 personas fallecidas. Esta cifra es 2,5 veces más alta a la del mismo mes el año pasado. Otra vez abril se nos lleva vidas, como las que se llevó hace cuatro años con el terremoto.
Los datos anteriores son proporcionados por el Registro Civil e incluyen todo tipo de muertes, por lo que no es posible saber con exactitud cuántas de éstas se pueden atribuir directamente a la COVID-19.
Sin importar la causa, esas muertes duelen. Duelen no solo a los parientes, sino a todas las personas que atestiguamos desconcertadas el colapso de los hospitales y la indolencia de quienes priorizan la economía sobre las personas.
Espero que este dolor colectivo que hoy sentimos, sirva para actuar, para valorar la salud pública, para que instauremos instituciones sólidas, honestas, funcionales a las necesidades de la gente.  Solo así, esas muertes no habrán sido en vano.
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