Ciertamente, un comoditie de acuerdo con las definiciones antiguas y por tanto ajenas al mejoramiento genético de los vegetales, es un producto que no tiene diferenciación de ninguna índole, cualquiera sea su origen, siendo ejemplos típicos el petróleo, el oro, la plata con casi nulas similitudes, a pesar de su dispar procedencia, tal es así que el oro de Ecuador, con los mismos quilates, no es distinto del colombiano o venezolano. No es lo mismo en el caso de los bienes agropecuarios ecuatorianos que difieren de otros latinoamericanos de idéntica denominación, plantados en zonas tropicales.
Es mundial la preferencia por el banano nacional, aunque sea del mismo tipo varietal Cavendish que teóricamente no debería variar de un país a otro, pero el nuestro es mucho más dulce, más resistente a las largas travesías, más uniforme en adquirir su clásico color amarillo en las cámaras de maduración y con la envidiable cualidad de mantener intactas sus virtudes por más días en las perchas de los supermercados, lo cual significa superiores beneficios económicos para esas distribuidoras, ni se diga si se lo compara con la fruta de las islas Canarias muy distante de las bondades que adornan nuestra fruta, siendo del mismo grupo genético Cavendish.
El caso del cacao es mucho más claro, porque las perceptibles diferencias entre el cacao nacional fino de aroma, los tipos mejorados de CCN-51 de alta productividad que ya se imponen en el mundo, son fácilmente comprobables, frente a los africanos y otros de América, con los que compite.
El inexcusable error que favorece a las comercializadoras al por menor de ultramar, máximas beneficiarias de estos millonarios negocios, no concebible en un funcionario que es, a la vez, cultivador de productos orgánicos de gran diferenciación en precio y calidad frente a los bananos convencionales.
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