Recientemente, los reclamos por la disminución del presupuesto a las universidades se han escuchado por todo el país. Lo ideal es que se mantuviera la asignación como hasta ahora, pero ¿qué hacer si el Estado no tiene dinero y debe enfrentar una emergencia que, a más de dinero, se cuantifica en vidas humanas?

Independientemente de la función de la que dependan, las instituciones públicas reciben dinero de una misma caja fiscal, que en los últimos meses se ha visto disminuida tanto por los requerimientos de recursos para la emergencia como por la caída de los precios del petróleo, la disminución de las exportaciones y la paralización del aparato económico nacional.

Lo ideal es que, sobre la base de los fondos que le corresponden, cada institución decida cómo utilizarlos; en este caso, reduciendo viajes o limitando eventos. Desde esta óptica, que el Ministerio de Finanzas decida en qué área disminuir los gastos es una práctica centralista.

Lo mismo aplica para todas las áreas: la diplomacia, las demás funciones del Estado, los organismos autónomos que reciben fondos públicos.