Sea cual fuere el resultado, lo importante es que lo que se apruebe sea lo más conveniente para el país y sus ciudadanos. Que las leyes sean el producto de posiciones consensuadas, de un trabajo óptimo.

Por tratarse de un año preelectoral, es notorio que las miradas de las bancadas están puestas en los votos posibles y no en la factibilidad de las propuestas. Esa forma de legislar no es ética ni correcta, pues los asambleístas fueron electos para que representen a los ciudadanos, no a los bloques políticos. Deben trabajar, entonces, en función de los intereses de la mayoría de votantes.

Esto va más allá de las ideologías. No tiene que ver, por lo tanto, con posiciones de izquierda o de derecha, de oficialismo y oposición. Tiene que ver con el sentir y las aspiraciones de los ciudadanos.

Además, será conveniente que la Asamblea Nacional rinda cuentas de la participación legislativa en las sesiones y en las votaciones en tiempo de crisis. La ciudadanía debe conocer si sus elegidos acuden o no a cumplir con su trabajo, y qué posturas asumen a la hora de votar. Esta vez, el confinamiento no permitirá tener tantas excusas.