Actualizado hace: 937 días 18 horas 22 minutos
Alberto Vélez León
Al Dr. Héctor Enrique Bravo Castro…

Hoy, nos ponemos de negro duelo, para despedir al jurista, al maestro, al erudito, al amigo: Héctor Bravo Castro; seguramente las Valkirias se lo llevarán al Valhalla, como a los grandes guerreros que mueren en combate. Así se fue, enhiesto, de pie, lúcido, luchador, recio.

Miércoles 13 Mayo 2020 | 04:00

Nosotros desde este precario puerto de la Avida enarbolamos nuestros pañuelos para despedir su nave, para agitarlos desde la distancia que nos impone este encierro y que nos impide darle, próximos, el último abrazo.
Quizás, adivinó que la vida es solo una estación más en la rueda del Samsara y decidió liberarse de las corpóreas amarras, para vagar con su sabia plenitud por el universo, apara acogerse al llamado de sus ancestros y enternecer el orbe con su presencia grata.
Ya no quiso saber de las lágrimas y el sufrimiento que nos definen como entidades mortales y se fugó a las nubes inasibles de celeste infinito.
Llevará sus anillos para pagar el tributo a Caronte y le contará historias antiguas al barquero… y le recitará leyes, como coplas para alivianar el viaje.
Sus amigos, esos que lo quisimos sin condiciones, lo recordaremos, sentado en la banca de entrada de la facultad, regalando un saludo pródigo y una sonrisa calma, mirándonos con sus ojos profundos y leves. Su porte de Quijote cuerdo, su altivez mundana, sus anécdotas picantes y agudas, nos quedan como postrer regalo.
Ahora se va, sin el merecido aplauso de las multitudes, sin la multitudinaria congoja de sus estudiantes, sin los faustos homenajes que la universidad, su universidad, debió rendirle. Es tiempo de confinamiento, de zozobra, nada es lo que fue en este valle umbrío y eso nos impide arracimarnos, gritar a voz herida lo terrible de su ausencia. 
Con voces quedas, con oraciones musitadas a la distancia, le diremos que la imposibilidad de llorarlo a mares no nos impide decirle al mundo cuánto lo habíamos querido y la falta enorme que va a hacernos.
Se viene a la mente una vieja rima de Becquer: …Tan medroso y triste, tan oscuro y yerto, todo se encontraba, que pensé un momento: ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!
Héctor, nunca vas a estar solo, no vamos a permitirlo, la soledad nace del olvido y tus compañeros de la Escuela de Derecho de la Universidad San Gregorio de Portoviejo, tus estudiantes, el alma mater en pleno, jamás dejaremos de rendir tributo a tu memoria. Hasta siempre amigo y compañero. Quizás nos demos ese abrazo debido, a la vuelta de la esquina.
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