Hoy un azote muy fuerte afecta la salud del mundo, en el cual estamos inmersos, el llamado “coronavirus” es el causante y todos los países del orbe, cada cual o en una gran unión universal, luchan por parar este flagelo que, originario de China, atenta contra toda la humanidad existente, y son ya las grandes potencias económicas y sociales junto a todos los países  conocidos que, pese a medidas y acciones conjuntas, no logran detener la peste que al pasar de horas reaparece, aumentando más víctimas y contaminados por todo el planeta.

Lo descrito, que cualquiera puede tachar de exagerado, lo sufrimos todos los humanos, y los conglomerados más organizados, que creyeron poder detener la pandemia, pese a las duras medidas restrictivas, como no transitar por calles y vías y pedir al gran público que se mantenga en domicilios y evitando reunirnos de grupos humanos, con tránsito vehicular  casi nulo, terminan aceptando que el mundo puede estar con un porcentaje de su población retenida  por ciertos períodos de tiempo, pero a su vez la estabilidad exige que cada ser requiera moverse por fuerza de su propia supervivencia. 

Hasta ahora no ha habido país, por desarrollado que sea, que haya podido frenar los contagios, pero también hay una gran parte de la población que sufre con mayor severidad las consecuencias del confinamiento.

¡Vaya problema que tiene que resolverse de común acuerdo!

Los seres humanos en general tienen que moverse, pero al mismo tiempo hay períodos en que se precisa de calma y desplazamientos organizativos muy mesurados. Lograr ese equilibrio está en juego en las manos de las autoridades, profesionales y dirigentes sociales de todo el planeta, pues en sus actos y mentes está el porvenir de la especie humana, que hoy se enfrenta a esta peste denominada “coronavirus” que no debe arrebatarnos una vida más.