Un somero análisis nos permite visualizar que en el futuro próximo, las actividades económicas y el desarrollo en general girarán alrededor de la salud, la educación virtual y la seguridad alimentaria, todas ellas como consecuencia lógica de la crisis. 

En esta ocasión voy a referirme a la actividad más noble, antigua y la responsable del desarrollo y evolución de la humanidad, la agricultura. Desde su implementación, realizada por un genio anónimo, el hombre se catapultó al progreso y generó el desarrollo de todas las demás actividades humanas, en forma directa e indirecta.

Las grandes potencias de la antigüedad basaron su poderío en una agricultura desarrollada y floreciente, pero con el progreso aparecieron nuevas actividades más lucrativas, que fueron postergando a la agricultura e hicieron de ella una actividad secundaria.

Ha llegado el momento de reactivar la agricultura, de devolverle su rol protagónico, pero para que ello ocurra, es fundamental promover y fortalecer las organizaciones del sector agropecuario, para que el agricultor no solo sea un ente generador de alimentos y materia prima, sino que su actividad, que es la de más alto riesgo en el quehacer económico, le sea rentable, de manera que le asegure su bienestar y no sea víctima de su aislamiento y fácil presa por su individualismo.

Cuando hablamos de organizaciones o asociaciones, queremos señalar la importancia que las estructuras organizacionales desempeñan en el éxito de todas las actividades humanas, pues a través de las asociaciones bien estructuradas y fortalecidas, los productores estarán en capacidad de producir más y de calidad , y también obtener los beneficios que el Estado debe proporcionarles, y ser referentes para la articulación de medidas emergentes en escenarios negativos como el que estamos viviendo. Ellas deben funcionar como articuladoras en las cadenas de comercialización, acortándolas  entre productores y consumidores, haciéndolas más eficientes y manteniendo un flujo de productos del campo a la ciudad y viceversa, y para que eso ocurra debe haber  acuerdos con los GAD parroquiales y cantonales, para que les entreguen espacios de comercialización seguros y con las adecuaciones del caso, en los respectivos mercados, para superar la intermediación, las situaciones antihigiénicas y el vía crucis de los agricultores, que en su afán de vender deben malbaratar sus productos para retornar con algo a sus hogares.