La humanidad no estaba preparada para que se paralice su mundo, para que de un día a otro nos digan que no podemos salir de las casas y que si lo hacemos podríamos morir. Así nos agarró el coronavirus, sin hoja de ruta, sin instrucciones…

Encerrados como estamos, aislados de la comunidad a la que estábamos acostumbrados empezamos a ver la realidad humana y la forma en que se lleva adelante el aparato estatal. Y aquí concuerdo con Albert Camus, pues muchas de las acciones que se realizan son diabólicas, inhumanas; el solo hecho de distraer los fondos públicos en un momento en el que hablamos de la vida de las personas es una daga que nos hiere profundamente.

¿Cómo es posible que se haya estado gestando una compra con sobreprecios? ¿Cómo es posible que se gaste dinero del Hospital de Manta para trasladar equipos si ni siquiera hay dinero para lo más básico? Este es un momento histórico para la humanidad, no es una guerra en una zona, no es un terremoto en un territorio determinado, no es un tornado en un país, es una catástrofe en la cual jugamos con la supervivencia de nuestros enfermos, un gran porcentaje de la población.

¿Cual será la reacción de la autoridades, dónde está la sociedad civil? Auxilio, es ahora que empezamos a sentir claustrofobia, a darnos cuenta de la condición humana, no hay palabras para definir lo que esto significa, sí es corrupción pero acompañado de la matanza de gente que podría beneficiarse con la inversión acertada.

Es bueno y loable que se tomen medidas correctivas, que se detengan movimientos que tienen esta sombra de corrupción, que se sancione. Pero debe investigarse hasta llegar a los verdaderos responsables, conocer quién está atrás de todo y saber cuáles son las acciones que se tomarán es lo mínimo que nos merecemos como sociedad. De lo contrario no habremos aprendido nada de la peste, de la salud y de la muerte…