La tercera semana de la restricción de movilidad se cumplió y los víveres ya empiezan a escasear en muchos hogares.
Muchas familias comienzan a entrar en desesperación al no poder trabajar y generar dinero para comprar los productos de primera necesidad.
Katiuska Pin se dedica a tejer sombreros de paja toquilla en la parroquia Picoazá de Portoviejo, y por ahora ha parado su actividad porque no tiene a quién venderle sus artesanías.
La única fuente de ingresos que tiene son los 50 dólares del bono que recibe cada mes, con lo que ha logrado comprar algo de víveres, pero ha optado por racionar los alimentos para tener qué darles de comer a sus hijos.
José Cevallos, dirigente de esta parroquia, indicó que la situación se vuelve cada vez más crítica para los grupos más vulnerables que vivían de sus ingresos diarios.
En las campiñas manabitas también se siente la crisis.
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