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Entre el miedo y la impotencia

Domingo 29 Marzo 2020 | 11:21

Hoy seguimos desayunando con las dudas, temores, conviviendo con nuestras debilidades y mezquindades.

Este no saber qué va a pasar, si logramos detener el índice de contagios, si sanamos a los que están enfermos, si ninguno más de nuestros hermanos va a morir. 

Estamos viviendo una película de terror, donde cada uno somos personajes desvalidos, movidos por un bucle de muerte, atacados por un enemigo sin rostro, que no respeta raza, credo, estatus social y que se ensaña con las personas de la tercera y de la cuarta edad (más de 80). 
Por primera vez, en mis décadas de vida, he podido presenciar algo semejante. Nos enfrentamos a un virus altamente contagioso y que se globalizó en cuestión de días por la gran movilidad humana. Un virus que nos une en el dolor, en la desesperación, y que a la vez nos deja solos e indefensos a enfrentar en medio de cuatro paredes la incertidumbre, en ese aislamiento social obligado, que difícilmente se podrá seguir sosteniendo, cuando aquella población vulnerable, que vive de lo que produce a diario, sienta que ya no tienen qué llevarse a la boca, porque el último dólar ha desaparecido y salga a las calles en busca de alimentos, si no se hace algo urgente para remediar sus necesidades. 
Impotencia, cuando sabemos que nuestro sistema de salud no está en condiciones de enfrentar una situación de esta envergadura, cuando se ha hecho público debilidades del Gobierno en el sector de la Salud: los centros hospitalarios no están equipados para enfrentar esta crisis. Impotencia, cuando hemos escuchado y visto a médicos, enfermeros y personal de salud decir que no cuentan con las condiciones de bioseguridad para atender a los pacientes, que muchos de ellos han sido contagiados y cuando vemos a personas no respetar las medidas de cuarentena impuestas.
Las noticias en diferentes partes del planeta dejan al descubierto lo débiles que seguimos siendo para luchar contra las plagas; lo que nos diferencia de la Edad Media, es que ahora estamos interconectados y asistimos con asombro a presenciar en primera fila cómo el virus va destruyendo las economías de las grandes potencias y no se diga de nuestros pobres países.  Quiero seguir pensando que este virus es parte de una mutación, que apareció en ese mercado, aceptar que el hombre está de por medio es vivir de aquí en adelante con el Jesús en la boca, contando cada día que pasa como que fuera una lotería el haber vivido, porque mañana no sabremos qué otro virus salga por allí y nuevamente nos encuentre desnudos e impotentes.
 
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