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La otra cara  de esta crisis
La otra cara de esta crisis
Por: Jaime Enrique Vélez

Viernes 27 Marzo 2020 | 04:00

Confieso que en mi vida he vivido otras pandemias y epidemias, colijo yo, que por tener aún juventud cuando brotaron, a pesar de ser letales, no les di la importancia que ellas ameritaban; en la actualidad, revelo que estoy asustado y contra las cuerdas por la rápida y agresiva forma con que se expande y contagia el coronavirus.

Esta peste por su peligrosidad, de talante impensado, ha cambiado bruscamente nuestras formas de vida, dándole otra cara a nuestro proceder. Del bullicio pueblerino pasamos al silencio meditabundo; del ansioso andar del día a día en las faenas cotidianas, ahora tenemos el tiempo suficiente para la reflexión y redireccionar nuestros rumbos.
La obligatoriedad de quedarnos y realizar nuestras labores en casa, por la inocuidad de las autoridades pertinentes al principio de la aparición de este virus, nos ha compenetrado más con nuestro núcleo familiar, que se ha fortalecido como un haz irrompible a pesar de todas estas cosas protervas que nos desasosiegan. El oficio de la Santa Eucaristía se celebra casi en solitario, yo como un participante privilegiado, asisto al acto religioso con fe y sin la distracción que se da cuando el templo está lleno de feligreses. En el entorno de la ciudad todo luce diferente a lo que hace pocos días. El cementerio general está cerrado. Los parques plenos de caminantes y visitantes ahora lucen sombríos y vacíos, el comercio boyante ha desaparecido en su gran mayoría, la urbe citadina que amanecía con el grito despertador de los primeros vendedores, se levanta más tarde y se acuesta más temprano, ha perdido su actividad, su alegría, su encuentro cotidiano con sus habitantes. Todo luce diferente, desde el saludo personal hasta el comportamiento social. 
Anhelemos fervientemente que todos estos sacrificios y lucha denodada sirvan para exterminar definitivamente esta plaga que cruentamente nos azota. La humanidad ha sido atacada y diezmada. No es mi deseo exagerar ni mucho menos alarmar, pero esta es la tercera guerra mundial que se ha desatado, la diferencia es que esta vez los enemigos no son países que se enfrentan entre sí, ahora los ejércitos del orbe se han unido a la ciencia y a los científicos para juntos combatir y vencer a esta funesta enfermedad vigente. 
La humanidad está pávida y de rodillas casi vencida, pero así hincada de hinojos, que es la mejor forma de defendernos, elevemos fervientes nuestras súplicas al Divino Creador, para desterrar este mal que amenaza con hacer perecer a los humanos.
 
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