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Mujer  y clima
Mujer y clima
Por: Keyla Alarcón
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Miércoles 22 Enero 2020 | 04:00

El cambio climático ejerce un gran impacto sobre la agricultura; las sequías e inundaciones, incendios, olas de calor y nevadas, la radiación UV y otros factores están acabando con hectáreas de siembra en el mundo entero, de allí que se empiece a ver países que sufren de hambre y subnutrición como ocurre en África subsahariana, donde un tercio de la población, según la FAO, no tiene qué comer y se da la emergencia de aplicar programas de adaptación al cambio climático en una tierra enferma que no responde al cultivo.

Este escenario no es ajeno a ningún pueblo, aunque es un hecho que los más pobres sufren con mayor fuerza el cambio climático y, como se indicó en la Conferencia de las Naciones Unidas COP25, el colectivo de mujeres y niños es el más vulnerable.
A la agricultura se liga estrechamente a la mujer, la que, según el mismo organismo, representa en América Latina la fuerza laboral agrícola del 20 % y del 50 % en Asia oriental y sudoriental y África subsahariana; entonces, a las condiciones de pobreza y desigualdad, coligadas a la afanosa campesina, se suma el desequilibrio ambiental que hace peligrar su salud, trabajo y supervivencia.
El paisaje rural, por lo general, muestra a mujeres de todas las edades, desde niñas y madres cargadas a sus hijos hasta aquellas entradas en años, en las tareas del campo, expuestas a radiación extrema, frío y calor excesivo, peleando largas caminatas por el agua, haciendo frente a plagas más resistentes que antes, de sol a sol resguardando el alimento de su familia y cuando la suerte ayuda y el granizo o la helada no ha malogrado la siembra, batallar por un puestito en el mercado o la vereda, para vender el excedente. Sus condiciones no son óptimas y empeoran conforme aumenta la temperatura del planeta, esto a la par de que ni siquiera su acceso a la tierra está garantizado, tampoco a créditos y peor aún a tecnología o capacitación que les permita hacer frente a las nuevas condiciones de la tierra.
Las trabajadoras de la ruralidad contribuyen a la soberanía alimentaria, a la conservación de semillas y a la preservación de técnicas de cultivo de origen milenario, prácticas que favorecen en la lucha contra el cambio climático y sanan la tierra; y, si tomamos en cuenta que el 43 % de la mano de obra agrícola del mundo corresponde a mujeres, contamos con una fuerza poderosa. Abordar el cambio climático, desde una perspectiva de género asegura acciones integrales para la sostenibilidad, a la vez que contribuye a mejorar las condiciones de vida de las mujeres rurales y habitantes de todo el mundo.
 
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