Particularmente ha sido un acertado lema para este año, las zonas rurales aunque con limitantes y dificultades, siguen luchando por convertirse en actores de la escena turística, cambiando el paradigma tradicional que por años ha limitado la ruralidad a la postura única de espectadores. Según la OMT, para el año 2050 el 68% de la población mundial residirá en el casco urbano de las ciudades.
El contexto ecuatoriano es similar, el censo de población y vivienda del 2010 menciona que el 62% de los ecuatorianos viven en ciudades, mientras que el 38% radica en las zonas rurales. Por otro lado, según la encuesta ENEMDU del INEC, con corte a junio del 2019, la pobreza a nivel rural pasó de 43% en el 2018 a 43,8% en el 2019, una variación de 0,8 puntos porcentuales, que aunque el referido ente la exprese como “no estadísticamente significativa”, seguramente tiene sus repercusiones en los estilos de vida rural.
Ante esta realidad es necesario ver hacia afuera de nuestras ciudades, no solo por “solidarizarnos”, sino porque es ahí donde se encuentra el potencial de los destinos ecuatorianos. Aunque para ser honestos, las zonas rurales no tienen nada que agradecernos, puesto que desde la visión económica-productiva son estas áreas las que mantienen la urbe, es desde ellas donde se generan los productos que consumimos a diario. Con esto no sostengo que el Estado o los gobiernos seccionales deban destinar magnos presupuestos o entregar grandes obras a los contextos rurales, o por otro lado, darles lo que los gobiernos creen que necesitan, sino más bien que se realice un verdadero diagnóstico de los escenarios rurales, donde las fortalezas se potencien mientras que las debilidades sean menguadas. Ahora bien, si el turismo forma parte de la diversificación económica rural, debe ser fortalecido o si por el contrario es aún una propuesta novedosa, debe ser bien socializada, siguiendo una hoja de ruta enmarcada en el modelo de turismo comunitario, donde se entiende que el primer punto a trabajar es el capital humano, mismo que debe ser organizado y capacitado, para luego desarrollar los espacios lúdicos turísticos.