Actualizado hace: 940 días 7 horas 20 minutos
Edwin Delgado Armijos
Caos organizado

La Gran Guerra o Primera Guerra Mundial dejó como consecuencia el derrumbe de los imperios que hasta esa época dominaban buena parte del orbe: el Imperio Alemán, Austro-Húngaro, Otomano, y la Rusia zarista, mismos que tuvieron que ceder las posesiones que tenían allende de sus territorios ante la derrota.

Lunes 04 Noviembre 2019 | 04:00

Aquello dio paso a la semilla de lo que después se llamaría nuevo orden mundial, predominante hasta ahora.
Promueve la prosperidad para unos en detrimento de millones, eso no era entendido en los albores de la civilización, porque las relaciones internacionales prácticamente se sustentaban sobre prácticas guerreristas, expansionistas.
En las guerras modernas las invasiones militares dejaron de ser la tónica. La libre movilidad en un planeta completamente plano, ha llevado a que se creen vectores individuales, después son incubados y enviados para que tengan un efecto pernicioso colectivo. 
Ya en grupo corroen el germen democrático, atacan, se retiran, vuelven a practicarlo. Pasando desapercibidos, tienen en el descontento general el caldo de cultivo adecuado para atraer adeptos.
En una especie de nube radioactiva invisible, que no se detiene, las armas y la técnica cambian, pero el fin es uno solo: destrucción, división. 
La filosofía de la guerra en su máxima expresión.
Es el poder calorífico para encender el medio guerroso. 
La realidad en Sudamérica es relativamente igual en todos los países: pobreza extrema, concentración de riqueza. Demandas ciudadanas para que se produzcan cambios.
Imagine la situación de Siria en Chile, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, las consecuencias serían tétricas.
Las relaciones diplomáticas afectadas totalmente, al igual que las actividades comerciales, en fin, todo un escenario apocalíptico.
Siria antes de la guerra era una próspera nación industrial, turística. Ahora sólo ruinas, escombros, migración forzada.
Esa es la idea para que se aplique y promueva la desestabilidad en esta parte del mundo. Los conflictos sociales dejan entrever el petitorio de mejoras para los ciudadanos de a pie, pero de ahí a alterar un país la distancia es abismal.
Cuando se aprecian disturbios como los apreciados en el contexto nacional e internacional no hay efectos colaterales, son daños directos. 
Forma parte de un todo, como piezas de un rompecabezas que encaja perfectamente.  La expansión del terror, un vecindario convulsionado que podría derivar en enfrentamientos fraticidas para el deleite de quienes comercian con las armas. El caos organizado perfecto. 
 
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