Durante los días de protesta en Ecuador se han registrado incidentes que implican violencia contra comunicadores. Imágenes difundidas a través de las redes muestran cómo, de parte y parte, periodistas sufren agresiones físicas e incluso algunos han sido arrestados y procesados por grabar las incidencias de las manifestaciones. En otros casos, personas que participan en las protestas insultan y atacan a los comunicadores, aun durante transmisiones en vivo.

Los dos bandos deben entender que el papel de los periodistas no es otro que el servir a la comunidad con información de todo lo que ocurre, y que para esto, en muchas ocasiones, es necesario que estén cerca de uno u otro grupo. Los miembros de la prensa no son activistas ni participan en las protestas; su misión es otra.

Maltratar a periodistas e impedir su trabajo es una seria vulneración a la libertad de expresión y al derecho de la comunidad a estar informada.

Una cosa es que, por su trabajo mismo, deban respirar gases lacrimógenos o resguardarse en caso de desmanes. Es parte de los riesgos. Pero otra es que se los ataque de manera deliberada, se les arrebate sus equipos, se los insulte y se los detenga. Eso sí es reprochable.