Asegura que nació en la calle Cristo del Consuelo antes de que se llamara así, hace 88 años, y por eso sabe mucho de ella, de sus logros y necesidades.

“Cuando yo era chico esto era puro monte; floronales, muyuyales y piñuelos. Esto era botado, tan botado que había personas que venían a cuerpear por acá entre los matorrales”, recordó, sonriente, Simonide. 

Obviamente -aseguró- no había agua potable y la luz la cogían de algunas líneas de las calles principales que bordean el barrio, la Kennedy y la Teodoro Wolf. Con el tiempo las cosas cambiaron y los vecinos dejaron de cargar agua a lomo de burro.

Respecto a la convivencia con sus vecinos, señaló que esta siempre ha sido buena, aunque algunos de los fundadores ya partieron y sólo queda el recuerdo de su amabilidad.

 Todo bien.  Para don Simonide los servicios básicos en el barrio son buenos, aunque no excelentes, ya que a veces hay fallas y no tienen una regularidad en su rendimiento.

“El carro de la basura no viene todos los días, por lo que a veces se acumula; el agua a veces se va y no viene, lo mismo la energía eléctrica, pero no es nada para alarmarse”, manifestó el morador, uno de los más antiguos de esa calle, que no se prolonga más allá de los 500 metros, desde la Kennedy hasta la Teodoro Wolf.

 

Características.  Uno de los distintivos de la calle es que siempre ha sido propicia para el comercio, desde los tiempos en que el sucre era la moneda de uso corriente y se vendían caramelos “de a cuartillo -2,5 centavos de sucre -”.

“Aquí siempre ha sido bueno el comercio, nunca han faltado las tiendas, los talleres, los restaurantes, todo lo que se pone aquí tiene éxito”, comentó el antiguo agricultor y hombre que pregona la honradez en el obrar.