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keyla alarcón q.
La selva no está en venta

Miércoles 17 Julio 2019 | 04:00

El primer manifiesto por el medio ambiente consiste en una carta enviada por el gran jefe Seattle, Noah Seathl, al presidente de Estados Unidos Franklin Pierce, en 1854.  Sensible y perspicaz, Noah, ante la oferta de compra del primer mandatario a inmensas tierras del noreste del país, territorio de los indios Swaminsh, responde: “El gran jefe (Pierce) nos envía palabras de amistad y buena voluntad, apreciamos mucho esta delicadeza porque sabemos la poca falta que le hace nuestra amistad, vamos a considerar su oferta porque sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco vendrá con sus armas de fuego (…) ¿cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?, esa idea nos parece extraña.  Si no somos dueños de la frescura del aire, ni del brillo del agua, ¿cómo podrán ustedes comprarlos? Cada pedazo de tierra es sagrado para mi pueblo (...)”. 

El manifiesto habla del agua, los animales, las plantas, el sonido de los pájaros y las incongruencias del llamado desarrollo a costa del deterioro ambiental.  Vale la pena leerlo completo. 
Traigo a colación esto ante el veredicto en favor de los Waorani y su territorio por parte de La Corte de Justicia. Finalmente este grupo humano nativo, que habita entre los ríos Curaray y Napo, goza de protección; sus hijos y su hábitat sagrado podrán seguir cohabitando en relativa paz.  Unidos y con pleno derecho de autoridad sobre su territorio han vencido a uno de los peores fenómenos del llamado desarrollo, el extractivismo petrolero; ahora el Estado ecuatoriano está impedido de realizar actividades de licitación, exploración o explotación hidrocarburíferas  en el bloque 22, de 180.000 hectáreas. 
Las pancartas de los waorani en Quito decían “Nuestra selva no está en venta”, “Nuestro territorio nuestra decisión”. Clarísimo. ¿Por qué es tan difícil entender aquello?  Tal vez el mismo jefe Noah Seathl tiene la respuesta: “¿Dónde está el matorral? Destruido ¿Dónde está el águila? Desapareció.  Es el final de la vida y el inicio de la supervivencia”. 
En efecto, la conservación de la vida es uno de los grandes retos hoy y hacia aquello, con intención, hemos remado; cada día cientos de bosques mueren, lagunas desaparecen y con ellos, fauna y grupos humanos en la pelea de subsistir.  Que el espíritu de Arutam, el dios de los dioses que habita en las cascadas, siga protegiendo a los waorani y que éstos siempre tengan la compañía de las serpientes, las anacondas y los jaguares que encarnan a los abuelos.
 
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