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Saraguro
Festival de alforjas

Mestizos e indígenas confluyeron en el parque de Las Culturas, en el cantón lojano de Saraguro.

Domingo 14 Julio 2019 | 04:00

 Llevaron sus pequeñas, grandes, viejas o nuevas alforjas; incluso, algunas llenas con alimentos.

Ellos llegaron para exhibir, vender o participar en el primer Festival de las Alforjas, que tuvo el apoyo de emprendedores turísticos y artesanos de Saraguro. El objetivo fue rescatar el uso de este accesorio en la población y restringir el empleo de fundas plásticas en las compras, para aportar a la conservación del ambiente, detalla diario El Comercio. 
 
Feria.  Ese día hubo un masivo uso de alforjas y se evidenció en quienes hacían sus compras en los mercados y caminaban por Saraguro. En el parque, los saraguros montaron 10 estands de la Asociación de Artesanos. Manuel Puglla llevó su telar artesanal para mostrar la técnica ancestral del tejido.
Los asistentes se aglomeraban para admirar cómo –con extraordinaria habilidad– escogía los hilos, entrelazaba las hebras y tejía. Este artesano lleva más de 50 años en este oficio, que enseñó a sus hijos.
También hubo música andina. 
Luis Sozoranga, de 78 años, llegó desde la comunidad de Tucalata. Él fue uno de los primeros en participar y trajo consigo una alforja de lana, en colores rojo, blanco y negro. Según Sozoranga, fue un regalo de su padre.
Es una prenda elaborada en hilo, que se compone de dos bolsillos grandes, que están unidos por una tela y que mide entre 1,50 y dos metros de largo. De acuerdo con los registros históricos, fue una herencia del pueblo Palta, que se asentó en territorios de la provincia de Loja.
De esa forma se extendió su uso y elaboración al chazo lojano y a los nativos de Saraguro. Este accesorio utilitario era el regalo infaltable de los 
padres para los recién casados.
Según Francisco Macas, conocedor de las costumbres ancestrales de los saraguros, el hombre recibía el arado y la mujer la alforja. “Estos regalos representaban la fuerza de trabajo para la pareja y el espacio para que guarden sus sueños, ilusiones y penas”.
En los matrimonios indígenas se mantiene esta tradición, aunque con menos participación. El hombre o la mujer llevan la alforja en el hombro cuando van de compras al mercado o a pastar los animales en el cerro. Allí guardan el fiambre para ambos, que se compone de mote, panela, quesillo y máchica para resistir una larga jornada de trabajo.
En otros casos la ubicaban sobre el lomo del caballo o burro, repartiendo el peso de las cosechas en los dos compartimentos, para mantener el equilibrio.
Estos usos sobreviven hasta la actualidad. Esas historias relacionadas con las alforjas fueron relatadas por Ángel Guamán y Manuel Sigcho, ambos de 80 años.
Este festival entregó más de 30 alforjas a los presentes, que fueron donadas por emprendedores turísticos, dueños de negocios y líderes indígenas. 
Hubo un concurso. Mariana Ocampo, de la comunidad de Selva Alegre, ganó con la alforja más colorida. Es una prenda elaborada con 12 colores de hilos por su padre Manuel, de 82 años.
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