Cuando a doña Rosa Molina le recomendaron, por cuestiones de salud, buscar un lugar campestre, no dudó en ubicarse en Colinas de los Ceibos, en donde, ciertamente, se respira una gran tranquilidad.
Eso fue hace 19 años con sus días y sus noches, pero poco ha cambiado desde ese tiempo a este. ¿La razón?
“Aquí pasa que la gente no es unida, incluso la ciudadela está dividida en dos sectores”, manifiesta Molina, quien tiene tres licenciaturas y un masterado en Psicología Clínica.
De las pocas cosas que han cambiado están las calles, que antes, simplemente no habían; ellos tomaron la iniciativa y le dieron cara de ciudadela a su sector.
Según Molina, la mayoría de las veces la ayuda les ha llegado exclusivamente del Consejo Provincial. De la alcaldía, afirma, sólo una vez. De allí, nada.
Por eso las calles están como están, a la espera del invierno para el lodo y del verano para el polvo, afirma.
Otro problema que tienen los moradores es el de la energía eléctrica, ya que “el 90% de la comunidad tiene deudas por el consumo”.
Con el abastecimiento de agua potable, aunque quieren que el servicio sea mediante tuberías y regulado con medidor, Portoaguas les regala, gracias a un convenio, tres tanqueros de agua por día.