El hospital Verdi Cevallos Balda tiene, según las versiones de sus médicos, deficiencias en algunos puntos de atención, aunque las autoridades lo desmienten. Por ejemplo, desde hace cuatro meses los traumatólogos solamente realizan limpiezas y curaciones porque no hay materiales para intervenciones quirúrgicas.

Mientras se superan estos problemas, las personas que requieren intervenciones quirúrgicas en esta especialidad son derivados a otros hospitales de la red de salud pública o a clínicas particulares. En ambos casos, tanto los gastos de la casa asistencial como de las familias de los pacientes se incrementan.

Solamente el traslado de un paciente de un cantón a otro representa gastos en combustible y mantenimiento de vehículos; pero para los familiares significa egresos en movilización, comida y estadía.

No habría necesidad de esto si los hospitales estuvieran debidamente equipados y abastecidos de insumos y equipos. Eso desdice de las condiciones en que se maneja la salud pública, envuelta en procesos burocráticos, pese a tratarse de un servicio elemental, del que depende la vida de las personas.

Y no ocurre solamente con los hospitales del Ministerio de Salud; también ocurre con los del Instituto Ecuatoriano de Seguridad, que se financia con los aportes de los afiliados y, a cambio, les da una cobertura a medias.

No son problemas de ahora; sin embargo, siguen arrastrándose y deteriorando la imagen de un servicio que, por su naturaleza, debería ser eficiente y de primera.