La violencia ha cobrado ya las vidas de 18 personas en todo el país en lo que va del año, lo cual demuestra que las cárceles, lejos de contribuir a la reinserción en la sociedad de los reos, son espacios en los que impera la violencia, fortalecida por el insuficiente control al interior de esos recintos.

Mientras se delinea una reforma al sistema de rehabilitación social, es necesario que se dispongan medidas extremas, como una revisión exhaustiva de las celdas y otros espacios, con el fin de incautar las armas y otros objetos prohibidos.

La reclasificación de los reos también debe ser una medida inmediata. No es posible que personas que están detenidas por delitos menores permanezcan cerca de gente peligrosa, que bajo el imperio del terror y la violencia fortalece sus organizaciones delictivas desde y dentro mismo de las prisiones.

Lo ocurrido ayer, al igual que el espeluznante asesinato de otro reo, ocurrido la semana anterior en una cárcel de Guayaquil, da a notar que ni siquiera los estrictos controles en el ingreso y la vigilancia armada en esos lugares puede disuadir la ola de violencia.

Mientras el Gobierno no adopte medidas extremas, de nada servirá que haya más control, pues las noticias sobre asesinatos y otros delitos dentro de las cárceles seguirán conmocionando al país.