Celebramos se haya escogido a este floreciente y progresista sector en homenaje  a la permanente actitud de trabajo y progreso de sus  entusiastas habitantes en correspondencia con sus indiscutibles antecedentes  prehistóricos, además de ser un centro de gran fertilidad agrícola y ganadera e inigualable emporio turístico de gran proyección nacional e internacional.

Se trató de un evento de mucha sencillez e integración con la población, demostradas en las especiales características del lugar donde se desarrolló: una leve explanada rodeada de colinas y un pequeño estero unas veces con aguas turbias y otras cristalinas, que reflejaban que llovía en sus orígenes arrastrando finos materiales. Se trató de una gran cabaña redonda, construida por esforzados voluntarios que trabajaron noche y día utilizando materiales lugareños, caña guadua, maderas como laurel, guayacán y una cubierta de cadi que protegió a autoridades, invitados y centenas de asistentes de lloviznas que  alternaban con un sol  abrazador ambiente inusitado para esta época del año, prueba irrebatible del impacto del cambio climático.

El acto marca el inicio de una nueva proyección del organismo legislativo  dirigida hacia la esencia de los países andinos que es su actividad agraria en todas sus manifestaciones y a la integración no de los gobiernos sino de los pueblos y sus quehaceres en sus lugares de trabajo y vida, lo que ahora llaman comúnmente en territorio, en este caso en el propio campo en una parroquia que anhela con justicia ser cantón, sin dejar de ser campesina porque allí está su futuro aún no desarrollado.

Los legisladores andinos se comprometieron, conjuntamente con los líderes provincial y cantonal, a apoyar el proyecto de recuperación de la cultura montubia denominado “Raíces y Sueños de San Isidro, pródiga en riqueza arqueológica donde existió y hay vestigios que demuestran la existencia de un gran centro regional de ceremonias de culturas ancestrales que se aspira visibilizar al mundo. El plan ha comenzado  con la adquisición de 12 hectáreas, siendo su mentalizado e impulsado por el sacerdote vasco Juan Ramón Echevarría, condecorado por los eufóricos parlamentarios a quienes les recordó, así como a todos los presentes, a honrar las promesas con reales obras.