“Lo que dicen es que uno se queja por gusto”, dice, y vuelve a llorar recordando el intenso dolor que la aqueja frecuentemente. 

Su esposo Laurentino Moreira añade que él sí la entiende y, cuando se exalta, prefiere callar y salir para no discutir y esperar que se relaje.

Raquel (53) dice que la entiende. Esta profesional, a quien también le diagnosticaron fibromialgia en mayo del 2017, aprendió que esconder la enfermedad no es lo mejor. Lo contó a su familia, a sus amigos y a sus compañeros de trabajo, que son su apoyo permanente. 

“Vivo con dolor, pero he aprendido a manejarlo; cuando la crisis se presenta el médico me envía a casa, pero sólo cuando el dolor es intenso”, indica. En su caso, que su entorno sepa lo que le pasa ha sido fundamental, de la mano de la medicina diaria, la rehabilitación física y una vida tranquila. Es que, al principio, cuando decía que tiene fibromialgia, la pregunta era. ¿Qué es eso?

Síntomas.  Hoy se recuerda el Día Mundial de la Fibromialgia, enfermedad cuya causa se desconoce, que se caracteriza por el dolor crónico generalizado, acompañado de síntomas como fatiga intensa, alteraciones del sueño, depresión, cosquilleo en extremidades, ansiedad, rigidez articular, cefaleas.  Aproximadamente el 6,3% de la población mundial padece fibromialgia, siendo más frecuente en las mujeres con un 75% a 90%, según la Asociación Mundial de Fibromialgia. 

El reumatólogo Kelvin Mendoza, que labora en el hospital de especialidades,  señala que esta enfermedad “está en boga a nivel mundial”, no tiene curación y tiene algún tipo de desencadenante, como estrés o depresión.

Indica que el tratamiento busca que tengan mejor calidad de vida, porque no se le puede decir al paciente que va a vivir con dolor, hay que mejorar sus síntomas. 

En su caso, dice que el 60% de los pacientes que atiende tiene fibromialgia asociada con enfermedades como lupus o artritis reumatoidea.

Destaca que la enfermedad no se detecta por imágenes o pruebas de laboratorio, sino que es un diagnóstico clínico, muchas veces al final de un largo camino en el que la persona va de médico en médico, buscando que le calmen el dolor.

Mendoza dice que el tratamiento farmacológico es con anestésicos para el dolor y medicación para el sistema nervioso central, y también antidepresivos. También se requiere apoyo psicológico o psiquiátrico. 

Referente a los deportes que pueden practicar, indica que lo mejor es la natación o caminar con el agua hasta el cuello. Todo esto de la mano del entorno familiar, que muchas veces se ve afectado, pero entendiendo la dolencia se brinda al paciente una ayuda complementaria para realizar actividades dentro y fuera del hogar. Así ganan todos.