Existe la creencia de que beber alcohol y comer carne es mal visto por Dios, y el montuvio manabita ha sabido ingeniárselas para degustar exquisitos platos sin salirse de este lineamiento.

Es así que, simbolizando los 7 viernes de la Cuaresma, en el Viernes Mayor (el último) se sirve igual número de platos que no contienen carne entre sus ingredientes. 

Legado. Pero esta no es una costumbre que solo tienen quienes habitan en la campiña manabita. 

La tradición de las siete comidas del Viernes Santo ha pasado de generación en generación y por ende también se practica en las ciudades de la provincia.

En la familia de Jorge Saltos y Bella Lino esta es una costumbre que no queda a un lado y sirve para reunir a todos en esta época de reflexión.

Bella cuenta que esta es una práctica que aprendió de su suegra. “Mi esposo Jorge ya estaba acostumbrado a las siete comidas, porque siempre fue una tradición de su mamá y ahora nosotros la practicamos en casa”, menciona. 

Aunque las preparaciones varían según cada casa, en el hogar de los Saltos Lino “hacemos viche, tallarín de atún, picante de yuca con sardina, picante de papa con atún, ensalada fría con huevo duro, cuajada y espumilla”, agrega Bella.

En esta casa se colocan todos los platos en una mesa y cada uno sirve una porción de cada uno, según explica la ciudadana.

“Es una tradición familiar que todos los años practicamos, porque nos reunimos todos aquí en mi casa”, relata.

Los padres de Jorge son de Junín y en ese cantón ellos preparaban estas comidas como parte de una tradición. Para él, continuar con ésta es algo muy importante, pues le recuerda sus raíces montuvias y lo une a su familia. “Seguimos la tradición para que se mantenga y la familia esté reunida cada año”, destaca.

Sus hijos y nietos disfrutan de cada plato en estas fechas, pero también del calor de hogar.