Los frecuentes hechos de sangre en las cárceles del país revelan que existe un ineficiente control en el ingreso a los centros de detención y que la corrupción se mantiene intacta en un sector que debería tener una vigilancia estricta.
Este año se han registrado algunos actos de violencia, con lamentables saldos mortales, fruto de rencillas y disputas entre grupos delictivos al interior de prisiones de todo el país. Esos crímenes se perpetraron con armas de fuego o cuchillos.
La Policía, un poco antes, también ha dado a conocer casos de extorsión cometidos desde las cárceles por parte de personas privadas de la libertad, para lo cual utilizan, principalmente, teléfonos celulares.
En frecuentes requisas, los agentes del orden han encontrado drogas, medicamentos y aparatos tecnológicos en las celdas.
Tanto armas como teléfonos celulares y drogas son objetos cuya tenencia está prohibida dentro de las cárceles y, sin embargo, los reos tienen acceso a ellos. Eso no es una novedad para nadie, ni siquiera para las autoridades.
¿Cómo ingresan? Es la pregunta que se hacen muchas personas, pues quienes requieren ingresar de visita a las cárceles son sometidos a una revisión rigurosa, justamente para evitar la entrada de objetos prohibidos a las celdas.
Se trata de un problema nacional que debe ser resuelto por las autoridades policiales y del sistema de rehabilitación social. No puede permitirse que las cárceles, en vez de recuperar a personas que erraron en sus actos, sigan siendo centros de corrupción a la sombra de la indiferencia de los funcionarios.