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EL CARMEN
Ladrones mataron a su hijo sólo por un teléfono celular

Una pareja aún tiene en sus manos el celular por el que mataron a su hijo; no se deshacen de el, es el único recuerdo que les queda.

Lunes 15 Abril 2019 | 11:00

 Segundo Andrade y María Demera son un matrimonio de más de 20 años y el pasado 1 de febrero la vida les dio uno de los golpes más duros.

El segundo de sus hijos, Juner Andrade Demera, de 17 años, fue herido de un impacto de bala por unos ladrones que querían su celular; el 9 de marzo falleció.
Con el dedo índice de su mano derecha, María desliza en la pantalla del móvil, una a una las fotografías de su hijo que quedaron guardadas en la galería.
María recuerda a su hijo, del que dice fue temperamental, buen alumno y  además soñaba con ir a la universidad.
Lleno de orgullo, Segundo manifiesta que Juner quería seguir sus pasos e ir al cuartel, pero lejos de El Carmen.
“Mi hijo quería ir a Cuenca, al cuartel, y después estudiar en una universidad en Quito”, recuerda.
Aunque para Juner el estudio era lo primordial, quería también ser futbolista, pues gran parte de su tiempo lo dedicaba a “pelotear” con los amigos especialmente, en la comunidad de Cohete, en la vía El Carmen-Pedernales.
“Él jugaba de delantero, y lo hacía bien, siempre andaba en los campeonatos con los amigos, y también en el colegio”, añade María.
El disparo. El viernes 1 de febrero, el adolescente salió con sus compañeros de colegio en la tarde. Pasearon y se bañaron en un río, debido a que era el último día de clases.
Cerca de las 19h30 el menor regresó a casa, se sirvió la cena, se cambió de ropa y le dijo a su mamá que saldría a dar una vuelta con sus amigos. Él quería disfrutar la vida, previo a su graduación.
A las 22h00 Juner se despidió de su madre, avanzó unos 20 metros y escucharon una detonación de arma de fuego. 
Quién será que dispara, se preguntó María, y un minuto después su hijo se acercaba ensangrentado hacia ella.
“Mamá, me dispararon”, es una frase que no se borra fácilmente de la memoria de María.
Dos hombres en una moto intentaron robarle el celular y Juner puso resistencia, por lo que uno de los asaltantes le disparó en el pecho.
Esa noche el adolescente fue llevado al hospital de El Carmen, después derivado a Santo Domingo y posteriormente al hospital Andrade Marín, en Quito, donde finalmente murió.
María manifiesta que su hijo se recuperaba normalmente y que hacía terapias para fortalecer los pulmones, pues la bala le había afectado ese órgano.
Dolor. María y Segundo caminan todos los días por la misma calle en la que su hijo fue herido. 
“Pasar por ahí es como una soledad, es como ver la sangre de mi hijo regada entre las piedras”, dice María.
A Segundo se le eriza la piel cuando pasa por el sitio.
“Es como si estuviera viendo a mi hijo gritar del dolor por el disparo que le dieron”, menciona con sus ojos llenos de lágrimas.
El día del sepelio todas las pertenencias de Juner fueron colocadas en el féretro, para evitar que hubiera recuerdos, y así hacer de cuentas que se fue a un viaje del cual no retornará jamás, expresan los dolidos padres.
A ellos no les queda más que esperar la acción de las autoridades mientras a diario rezan por el alma del adolescente y piden que la justicia llegue algún día.
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