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Una piedra en el zapato
Una piedra en el zapato
Por: Childerico Cevallos
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Domingo 14 Abril 2019 | 04:00

Eso dice el actual presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, ha sido para el país la presencia de Julian Assange dentro de la embajada de Ecuador en Londres: una piedra en el zapato.

Albergado desde 2012 en la principal sede diplomática de Ecuador en el Reino Unido, gracias a la mano que le extendiera el anterior mandatario, aludiendo un supuesto riesgo a la vida de Assange, de ser arrestado por la Justicia inglesa y deportado a los Estados Unidos -donde se lo requiere acusado de haber publicado secretos de Estado-, el australiano y posterior ecuatoriano recibió un asilo “humanitario”, controvertido desde su inicio.
Controvertido porque se trataba de un ultra conocido periodista, principal de la organización noticiosa denominada WikiLeaks, dedicada a difundir información vital y reservada, que empresas o gobiernos guardaban celosamente, pero que Assange y su equipo lograban de manera nada ortodoxa para posteriormente hacerla pública en nombre de la libertad de información.
Aquello, como era de esperarse, le generó inmensa simpatía al igual que sentimientos de rechazo, según los efectos de los “secretos” lanzados al ciberespacio como racimos de granadas con objetivos específicos.
Y muchos aplaudieron a Ecuador como paladín defensor de los derechos humanos, puesto que en los Estados Unidos podría ser sentenciado a la pena capital.
Sin embargo, también hubo quienes reaccionaron negativamente, en razón de que Assange, cuando fue acogido por Ecuador, estaba siendo requerido por la Justicia sueca, acusado de haber violado a unas féminas.
Entonces, la embajada empezó a ser la residencia de un extraordinario defensor del derecho universal a la información, a la vez que la guarida de un peligroso criminal hackeador y violador.
Mas, los siete años de obligado encierro obraron en su estado sicológico, con alteraciones en su comportamiento que incluían expresiones y posiciones denigrantes contra el país que lo acogió, constantes violaciones a las reglas del asilo y actitud agresiva, irracional y anormal, como aquella de hurgar en documentos oficiales de la embajada, continuar con su intromisión en la política de otros gobiernos y la insania de ensuciar paredes con heces fecales y orina.
De acuerdo a la versión oficial, todo aquello admitido por el gobierno del economista Rafael Correa, ensimismado en su nube de grandeza.
Pero el engreimiento tocó techo. Y la paciencia se terminó. Ahora, el licenciado Moreno trata de corregir conductas como una especie de mea culpa, pues al inicio de su mandato se le otorgó la naturalización ecuatoriana violentando normas y procedimientos.
Y eso debe ser responsablemente investigado, pues el irrespeto al país, a la nación, a la dignidad de los ecuatorianos también habría sido violentados por el mismo gobierno con el otorgamiento de una ciudadanía y un estatus diplomático inmerecidos a quien a su conveniencia deambula entre el mal y el bien, cuyo hospedaje costó a los ecuatorianos cerca de siete millones de dólares, alrededor de ochenta tres mil dólares mensuales, que equivale a 211 salarios mínimos vitales. 
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