Tradición. Es así como en toda la vía principal, desde la E30 hasta la iglesia de la parroquia, existe una infinidad de familias que viven de este oficio. Quienes habitan en este sector cuentan que nacieron con la habilidad para transformar el barro en figuras inimaginables.

Francisco Hugo Vaca es un cotopaxense de 80 años y conoce el arte desde que estaba en el vientre de su madre, pues ella era alfarera, dice don Hugo que nació de barro y de barro morirá.

Su casa está en la entrada de La Victoria, pasando el monumento de los alfareros y el letrero que dice bienvenidos. En el patio reposan varias ollas, pondos, macetas, figuras, alcancías, jarrones, en fin, hay arcilla, como diría don Hugo, bien elaborada.

Las personas de la parroquia han dedicado su vida al trabajo con el barro. Cuando don Hugo era joven, viajó a Cuenca y Loja. “Los modelos de las figuras que hacía la gente de La Victoria eran sencillos, pero yo aprendí con alfareros cuencanos cómo hacer maravillas con el barro”, comenta.

 

Labor. El barro que existe en Cotopaxi es diferente al que se utiliza en el negocio ‘Cerámica de Hugo Vaca’, pues aquí se elabora con arcilla traída de Saraguro o Cuenca. 

Existen diferentes tonos en arcilla colorada, roja, blanca y negra. 

Hugo asegura que para conseguir este tipo de barros hay que hacer un trabajo de fundido en el horno muy laborioso. 

“Tengo mis clientes fijos que conocen mi trabajo, no hago cosas repetidas, sino bien hechitas”. 

Los precios van de acuerdo con el tamaño y los detalles. Antes el barro era oro, manifiesta un poco melancólico don Vaca.

La hija del alfarero ha mejorado las técnicas en decoración, también ella cuenta con su negocio propio, “fue la única de todos mis hijos que aprendió y le gusta”, asegura Hugo.