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Esmeraldas
José mantiene el arte de tejer

José Eleuterio Ayoví Medina, de 72 años, sorprende por la habilidad de sus manos al tejer un singular canasto.

Viernes 05 Abril 2019 | 04:00

Este esmeraldeño mantiene viva la tradición y aunque no realiza todos sus trabajos con la rampira, como se le llama a la paja toquilla en su estado silvestre, aún conserva la experticia en el armado.

 
Talento heredado. Es oriundo de Borbón (Esmeraldas), subiendo por el río Cayapas, en una localidad llamada Pichiyaku, donde asegura que los pichiyaku se dividen en dos: los negros y los blancos. “Yo soy de los negros, de Esmeraldas, cantón Eloy Alfaro, parroquia Atahualpa”, expresa José con orgullo.
Cuenta que a los 14 años, guiado por sus padres Alejandro Ayoví Arroyo (+) y Rosario Medina Nazareno (+), aprendió el arte del tejido y los trabajos manuales con la rampira y la piquigua (bejuco). 
Ahora elabora canastos, escobas, sombreros, todo de la mano también de los chachis o cayapas, grupo étnico indígena de la zona selvática del norte de Esmeraldas, informa diario La Hora.
Hace dos años, después de haberse quedado sin empleo, el artesano retomó la práctica del tejido, que al principio, reconoce, le fue complicado, pero la idea siempre estuvo en su cabeza armando el ‘ojo’ del canasto, contando primero seis ‘palos’, luego ocho y así nuevamente hasta conseguir la perfección.
La adquisición de la rampira solo es posible en la zona norte de la ‘provincia verde’, pero la piquigua, con la que también se trabaja, es un poco más difícil de conseguir y más costosa; debe ser encargada a los campesinos  de Viche, del cantón Quinindé. 
Entre 8 y 10 dólares cuesta la rueda de este resistente material.
 
Con toque y estilo. Actualmente lo que utiliza José para hacer los canastos son las tiras de nylon, que encuentra en los periódicos cada día. Dos horas le permiten concretar una de sus pequeñas obras, el ‘childén’, nombre que se le da al canasto para capturar camarón, pero de cuatro a cinco horas los más grandes y así se extiende dependiendo de lo que los clientes le soliciten. 
“Solo se necesitan los materiales, comenzar a tejer y guiarlos para que no queden desiguales, porque existen algunos más grandes, más finos, más anchos y hay que conseguir de colores para matizar”, añade el hombre, quien llegó hace 48 años a Esmeraldas, también padre de ocho hijos, pero que la vida le ha quitado tres de ellos.
 
Usados para sanar y más. De acuerdo con Sócrates Rodríguez Lastra, de 71 años, la piquigua hecha infusión también era utilizada por las mujeres cuando padecían una inflamación vaginal (vaginitis); otras, en cambio, la empleaban para poder parir, y algunas más, para ligarse.
“Eso se lo hace con el ‘nudo’ de la planta y ahora solo se la consigue en las montañas en la Amazonía”, cuenta con sabiduría Sócrates, quien antes era profesor de Ciencias Naturales, Matemáticas, Geografía e Historia.
Hoy en día se dedica a la venta de canastos y escobas que fueron fabricados por José. Los vende entre  $ 18 y $ 20 los más grandes, mientras que las escobas a $ 5.
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