La excepción a esta realidad pueden ser los 10 o 15 ciudadanos que van a trabajar o beneficiarse directamente de un cargo, contrato, un ingreso económico y por supuesto los financistas de las campañas, que tendrán retorno de una u otra forma.
El resto, lamento decirlo, con los días será marginado del emocionante triunfo y su convicción e ideología sólo servirá para llenar el ego de un caudillo.
Vanguardia expresó en un artículo que “a menos que hagamos parte del Congreso, donde se deben defender los argumentos y creencias que representamos, al discutir con la familia por lo que pensamos en materia de política y religión no estaremos haciendo absolutamente nada: solo fomentaremos un resentimiento”.
No hay que apasionarse y discutir sin sentido, porque como indica la psicóloga Valeria Sabater, es mejor evitar confrontaciones infructuosas: “cuando la ignorancia habla, la inteligencia calla, ríe y se aleja”, cita la experta.
Ningún amigo se debe perder por un político, no vale la pena, pero sí muchas decepciones.