Éricka señala que el accidente se registró en la vía Portoviejo-Crucita cuando junto a dos amigos, de toda la vida, el destino les jugó una mala pasada.

“Todas las noches salíamos a conversar y justamente mi amigo nos dijo que aquel sábado le entregarían su carro y nosotras le pedimos que nos llevara a pasear”, dice la mujer, de 42 años.

Ese sábado llegó y todos salieron a pasear. 

Primero dieron la vuelta por el parque de Las Madres de Portoviejo y luego regresaron a la casa.

“Nosotras le dijimos que si esa era toda “la vuelta” y él nos dijo que no, que fuéramos hasta Crucita y aceptamos”, recuerda la  mujer.  

Éricka señaló que en aquella época se estaban realizando trabajos en la vía, sector Mejía, y que tomaron las precauciones necesarias, sin embargo esto no fue suficiente, pues más adelante “el destino les tenía preparado una sorpresa”.

“Cuando pasamos la gasolinera del desvío a Rocafuerte había un sector oscuro y yo presentía algo, tenía un dolor en el pecho y con los ojos cerrados le pedí a Dios que no me pasara nada. Cuando los abrí observo una volqueta estacionada en plena carretera y sin luces”, señala Éricka, quien agregó que su amigo realizó maniobras para evitar el impacto contra el pesado vehículo, pero no logró esquivarlo. 

Los movimientos bruscos hicieron que Éricka recibiera golpes en varias partes de su cuerpo.

Su brazo derecho fue el que llevó la peor parte, el cúbito y radio (huesos del brazo) estaban severamente lesionados y debía ser operada de inmediato, detalló.

La mujer fue intervenida tiempo después y pasó hospitalizada durante ocho días. 

Ella recuerda este suceso como “una tragedia con suerte”, de la que nunca se olvidará.