Este ritual lo realizan los pobladores de las 12 comunidades del cantón en la denominada Diablada Pillareña. Hombres y mujeres bailan al ritmo de la banda de pueblo.

Ellos lucen llamativos trajes de colores negros y rojos, largas capas negras, coronas y pelucas con piel de animales. El atuendo se completa con grotescas caretas que representan al diablo. Las máscaras se encuentran adornadas con colmillos, cuernos y otros materiales, según comenta el gestor cultural Néstor Bonilla.

 

Patrimonio. La celebración de la Diablada Pillareña es considerada Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador desde el 2009. 

Los integrantes de las comunidades Marcos Espinel, Chacata el Carmen, Robalinopamba, San Vicente de Quilimbulo y otras compiten por la mejor máscara. Asimismo, por la mejor danza, organización y mantener la tradición de la diablada.

Manuel Proaño es parte de la partida de Robalinopamba. El agricultor, de 42 años, es el encargado de hacer explotar los voladores y organizar a los bailarines. Él ubica a los diablos en los extremos de la calle, mientras que las guarichas, capariches y parejas de línea bailan en la mitad.

Esto evita que los asistentes puedan interrumpir el paso de los bailarines. La salida de la partida de Robalinopamba comenzó el martes  1 de enero, a las 13h00. En la casa barrial se concentraron los jóvenes cargando mochilas o fundas plásticas con las blusas, faldas, chalecos y pantalones coloridos.

Mientras que las máscaras de los conocidos ‘supay’ o diablos fueron llevadas con suma precaución por los amigos y familiares. La caminata entre Robalinopamba y el centro de la urbe es de dos a tres horas. En el trayecto se van sumando otros jóvenes vestidos de diablos. Ellos deben cancelar 50 centavos para ser parte de la comitiva.

El dinero recaudado está destinado para cancelar a la banda de pueblo que los acompaña durante el trayecto. “Los visitantes pueden fotografiarse con facilidad con los diablos. Invitamos a que sean parte de esta actividad”, indicó Proaño.