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Portoviejo.
Es profesor de ajedrez para no videntes

Para Alex Indarte el ajedrez es pasión. Se emociona cuando habla de las jugadas, los movimientos y las claves. Alex es ciego.

Miércoles 05 Diciembre 2018 | 16:54

Ahora tiene 52 años y hace 13 perdió la visión en un accidente de tránsito. 

No sabía jugar ajedrez, pero luego conoció que existe el goalball, que es lo mismo, solo que las reinas, el rey, los peones, la torre tienen adaptaciones que permiten reconocerlas con tocarlas. El tablero tiene orificios para cada una de las 32 piezas y así se van guiando. Además, un juego de piezas tiene clavijas en la parte superior. “No importa si son las negras o las blancas, para el no vidente lo que interesa es que tiene clavijas”, explica.
Así, con una paciencia de hombre enamorado, Alex enseña a sus alumnos cada movimiento del deporte ciencia.
Generalmente son personas en su misma condición, aunque también suelen llegar personas que sí ven, pero quieren aprender más. Allí los prepara para que tengan una distracción en medio de las penumbras. Algunos participan en torneos nacionales, incluso internacionales.
El año pasado él mismo se fue a jugar a Panamá, donde pudo comprobar que en otros países este deporte está a años luz de avance con relación a Ecuador. 
>Estudios. Además, Indarte estudia masoterapia  en la Universidad Técnica de Manabí, pues está comprobado que las personas ciegas adquieren una mayor capacidad para dar masajes ya que sus dedos, y en definitiva sus manos, se vuelven muy sensibles, sus guías en todo.
Sus maestros le indican que en China, por ejemplo, los mejores masajistas son no videntes. Ahora está en segundo semestre y aspira a poner un centro de masajes junto con sus 7 compañeros estudiantes.
Alex Indarte perdió la visión en dos momentos terribles de su vida. El ojo derecho fue en el año 1997  en una discoteca. Allí, durante un pleito, recibió un ataque con una botella quebrada, la cual le fue incrustada en el ojo. Se salvó de morir por un milagro, aunque perdió la visión del órgano afectado.
Ocho años después, mientras viajaba en moto de Manta a Portoviejo, se impactó con un ciclista que estaba en la carretera por el sector del Cerro de Hojas. El mayor impacto lo recibió a la altura de la ceja izquierda y fue tan fuerte que le causó la destrucción del nervio óptico.
Desde allí ha luchado fuerte para salir adelante. En el recuerdo quedaron sus días de trabajo en una estación eléctrica y también de un exitoso tornero en el taller Indarte, de su familia. Encontró en el ajedrez un aliado para seguir.
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