Actualizado hace: 939 días 5 horas 34 minutos
En Manabí
Una herencia del campesino

Durante décadas, la cacería artesanal ha sido practicada en la zona rural por los campesinos manabitas.

Lunes 19 Noviembre 2018 | 04:00

 Y es que animales como el saíno (tayassu pecari), el armadillo (dasypodidae), el cheque o guatuso (dasyprocta punctata), el cuchucho (nasua), la ardilla, entre otros, han habitado en las montañas de la zona rural, sobre todo en el sector norte de la provincia. 

Estas especies en tiempos ancestrales servían de alimento para tribus.
 
Cuentan sus vivencias pasadas. . La buena opción para Geovanny Zambrano es encontrar un buen trillo (camino que el animal usa para recorrer y buscar alimento)  a la hora de salir de cacería.
Su especialidad era la caza de guantas, cuyo nombre científico es cuniculus paca.   
Explica que cuando era más joven salía a cazar cuando la luna se ocultaba en su totalidad, es decir cuando la noche estaba  más oscura. 
Sostiene que los trillos son los más seguros para cazar, debido a que el animal tienen muchas opciones para alimentarse, pero caminan por el mismo lugar.
Zambrano escogía un buen sitio para hacer una tarima (dos palos cruzados para sentarse), y solo era cuestión de tiempo para escuchar al animal llegar,  y así montar el gatillo de la escopeta, acomodar la linterna, enfocar y disparar. 
Explica que la idea es encontrar un buen lugar, también un árbol fuerte que aguante con su peso, y que tenga un sitio estratégico donde armar su tarima o hamaca, para quedarse allí esperando a que el animal llegue y cazarlo.
La tarima no podía estar muy alta, como máximo unos 2 metros y medio del suelo, agrega. 
“El caminar de la guanta es inconfundible. Uno escucha el ‘cha cha’ de las hojas secas que son aplastadas en su andar, uno alista el arma, se prepara para enfocar y se dispara todo en absoluto silencio. Con el tiempo uno aprende a conocer cuando camina una guanta o lo hace otra clase de animal, porque cuando esta se pone sabida se hace imposible capturarla”, señala. 
Bosco Triviño es otro de los campesinos que aseguró que  desde  joven gusta de la caza. Le apasionaba tomar su escopeta y salir a los comederos campestres, es decir donde  hay  la fruta del pan (artocarpus incisa), el pechiche, la naranja, la tagua, la guayabilla o cualquier otro fruto, donde con seguridad cazaría un guatuso o cheque, como se le llama en el campo. 
Detalla que la caza del guatuso se realizaba en la mañana o en la tarde, y a diferencia de la guanta, la tarima debía ser el doble o triple de alta, debido a que el cheque camina mirando hacia arriba y es más escurridizo. “Al  medio celaje que ve tiende a huir”, cuenta Triviño . 
“No solo se caza por cazar, hay que ser disciplinado a la hora de hacerlo. No se puede escupir, orinar, o llevar perfume, porque el animal tiene un olfato agudo y puede detectar a kilómetros si estás a la espera”, apunta Triviño. 
Este cazador sostiene que la vestimenta juega un papel importante en la actividad de cazar, debido a que no es recomendable llevar ropa blanca, roja, o con colores fuertes o inusuales que al animal le resulten ajenos a la naturaleza. 
Byron Olmedo tiene 35 años de edad y reside en el sitio Pavón, de la parroquia Ricaurte. Recuerda que desde los 10 años de edad comenzó a andar en el monte aprendiendo a cazar, arte que heredó de su padre. Muchos guatusos y guantas estuvieron en su mira.
Indica que lo primero que un cazador debe hacer es tener listas sus herramientas: un agamarrilla (soga) para atar los palos para la tarima, un machete con su suela, un suéter, unas botas y la 
escopeta con un par de cartuchos.
Explicó que siempre ha sido preferible que cuando se vaya la persona de cacería, no se bañe, ya que el olor de jabón o perfume ahuyenta a la presa.
Ahora estos animales son especies protegidas. Su caza es ilegal.
Compartir en Facebook
Compartir en Twitter
  • ¿Qué te pareció la noticia?
  • Buena
  • Regular
  • Mala

Más noticias