Maribel García se ha cambiado varias veces de local a la espera de que los clientes le sean más fieles, pero nada que acierta. 

Ella vende caramelos y ensaladas de frutas.

“Estos trabajos me han afectado mucho porque han bajado las ventas y lo peor es que no sabemos cuándo terminarán. Nunca se cumplen los plazos”, dijo la mujer en medio del ruido de las máquinas.

Liria Cevallos también asegura que se ve afectada, y por partida doble: ella atiende un restaurante y alquila un garaje de carros. Pero ni comensales ni conductores se acercan donde ella.

En el primer caso resulta obvio porque el tránsito, debido al estado de las calles, es imposible y, en el segundo, porque el viento se encarga de ponerle un condimento indeseable a los platos de comida.

“Nos ha afectado muchísimo. Si antes vendía 60 almuerzos, ahora solo 25, lo mismo con el garaje, no vienen los carros. El otro día estaban almorzando unas personas y un ventarrón les llenó de polvo los platos, se levantaron y se fueron” se quejó Cevallos, quien paga de alquiler mil dólares por los dos locales.

Versión oficial. Roberto Dávila tiene un mes frente a la gerencia del Plan Priza. Él tiene su versión respecto al actual estado de los trabajos. 

“Cuando cogimos la gerencia hubo que hacer una reprogramación del cronograma, porque los estudios no estaban acordes a lo que necesita la ciudad”, dijo Dávila, quien también indicó que ciertas obras civiles tienen atrasos que son justificables.

Según el funcionario, los trabajos deberían estar avanzados en un 40%, sin embargo, se hallan en un 19%. A pesar de esto, indicó que para el mes de octubre ya estarán nivelados y puestos al día. Incluso, aseguró, la próxima semana se haría un pago de 1’800.000 dólares a la empresa constructora.

“Uno de los problemas es que tampoco se ha socializado de forma correcta el tema con los propietarios de comercios o viviendas de la zona”, señaló.