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Legado
La chimba es quien cuida su páramo

El inquieto viento del mediodía sacude los pajonales en los páramos de la comunidad kichwa La Chimba, cantón Cayambe, Pichincha.

Domingo 02 Septiembre 2018 | 04:00

 En este sector, conocido como Las Golondrinas por los vecinos, se condensan las partículas de agua que garantizan el líquido vital para el consumo humano y riego de cinco sectores del área.

Una nube, que parece de algodón, amenaza con cubrir totalmente al Cayambe. “El volcán está con poncho”, comenta Jorge Quinche, presidente del cabildo de La Chimba, para describir la imagen, informa diario El Comercio. 
Herencia. Las aves revolotean sobre los árboles de pumamaqui, una de las especies endémicas de la Reserva Cayambe-Coca, dentro de la que están los páramos de La Chimba. Los indígenas kayambis nacidos en el sector son los guardianes de estas tierras que antes eran protegidas por sus padres y abuelos. Las consideran su herencia.
Este territorio, que se extiende en la cordillera Oriental, es el hogar del cóndor andino, el venado de cola blanca, el oso de anteojos, liebres y otros. También crecen árboles y arbustos de capulí, romerillo, pucunero, valeriana y más.
Pero la zona no solo tiene importancia ecológica, sino también histórica, por los vestigios arqueológicos como Churuloma, una elevación que se cree fue un observatorio que utilizaban los primeros pueblos de esta región andina.
Sin embargo, el mayor valor está relacionado con el agua. Es por ello que el gobierno comunitario, mediante mingas, busca reforestar zonas próximas a las fuentes hídricas. De allí emanan 17 litros por segundo (l/s) para el consumo humano y 419 para irrigar alrededor de 3 mil hectáreas de suelos de este fértil valle.
Una de las últimas campañas de reforestación para mantener este patrimonio natural se hizo en Pinanchupa y Las Golondrinas. En este último sitio se destacan las fuentes de agua fría y una termal, a la que se le atribuyen propiedades medicinales.
Agua. Wilson Nepas, vecino del lugar, cuenta que el sitio donde emerge el agua caliente fue descubierto por casualidad hace 30 años, por aventureros que buscaban sitios de pesca.
Cerca de este lugar está el sector de Yanahurco. 
Ahí se construyó hace seis años un reservorio para captar el agua lluvia para los campos. 
La fosa tiene capacidad para guardar unos 1.500 metros cúbicos.
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