Antes de entrar en vigencia la ordenanza que regula la actividad comercial en este sector, ella vendía alitas de pollo asadas frente a su casa, ubicada en la calle Joaquín Ramírez.  

“Ahora ya no me dejan vender ni adentro, en un espacio que tengo en mi casa. Me piden que arregle el cerramiento (es de madera), pero cómo lo hago si me impiden producir”, cuestionó.

Rosa María Fernández, subdirectora cantonal de Planificación Urbana, explicó que para determinar el uso del suelo de una zona de la ciudad se toma en cuenta, por ejemplo, el impacto socioeconómico que podría generar un proyecto a ejecutar. Puso como ejemplo el hospital de especialidades, ubicado en la vía a Santa Ana.

Ordenanza. La ordenanza de uso de suelo para ese sector establece que solo se podrá permitir el funcionamiento de negocios relacionados con el servicio de salud y vivienda. “Hay que lograr la complementación entre lo nuevo y lo existente”, dijo la funcionaria. 

No obstante, hay sectores como la avenida Manabí que son de uso mixto, es decir vivienda y comercio, donde las condiciones evolucionan de acuerdo a la necesidad de las personas de contar con más servicios, que pueden ser de salud, educativos u otros, explicó.

“Claro, todo de acuerdo al análisis que obligadamente debe hacerse para evitar que dificulten otras actividades”, comentó.

Según Fernández, el municipio hace acompañamiento a las personas cuyos negocios no sean compatibles con el uso de suelo establecido. 

“Primero hacemos un proceso de análisis del cambio y luego acompañamos para que puedan optar con oportunidades de negocios compatibles con el uso de suelo establecido”, señaló.

También dijo que se da el suficiente tiempo para una reubicación, si el caso lo amerita.

Leonery Cedeño, arquitecto urbanístico, aseguró que estos cambios planificados son necesarios dentro del desarrollo de una ciudad. 

Claro está que debe causar el menor impacto posible a quienes por décadas han estado establecidos en los sectores que sufren el cambio del uso del suelo.