Él tuvo que enfrentar muchos obstáculos que en su momento, según comenta Orley, se le hicieron difíciles.

Sin embargo, con la ayuda de su mamá logró estudiar y obtener el título de bachiller, aunque siempre quiso estudiar una carrera difícil de encontrar como ingeniería industrial naval, pues su sueño era trabajar en un buque.

Recuerda que desde pequeño aprendió a trabajar, es así que a los siete años andaba en un camión repartiendo agua, labor que realizó hasta los 25. 

A raíz de eso conoció muchos amigos y por la contextura de su cuerpo y de sus brazos anchos se ganó el apodo de “Rambo”. 

“Si me dicen ‘Rambo’ no me molesto, me gusta que me lo digan, aunque otros conocidos me dicen maestro por mi actividad. Unos pocos me conocen por mi nombre”, agrega.

Trabajo. “Rambo” señala que desde hace 25 años se dedica a labores de soldadura, aunque también fue mecánico y reparaba cocinas. 

Sostiene que para él no ha existido la discapacidad, y se considera una persona normal como cualquier otra.

Indica que a corta edad aprendió a utilizar sus manos para caminar, e incluso poder trepar hasta el techo de una casa, o subir escaleras, ya que hacerlo es parte de su trabajo y de eso vive. 

Mendoza comenta que nunca en su vida ha sido marginado por su discapacidad, y que muchas personas le han ayudado dándole trabajo. 

Para movilizarse en la calle, “Rambo” utiliza una especie de triciclo rodante. 

Mendoza tiene siete hijos y dos nietas a las que dice querer con el alma, y aunque no tiene casa propia espera algún día, con su trabajo o con la ayuda de un bono del Gobierno, comprar un terreno y construir su vivienda.

“Siempre estaré agradecido de mi mamá que ha sido padre y madre para mí. Hay que hacer las cosas bien y ser responsable en la vida para seguir adelante, yo lo he sido y por eso no me falta el trabajo. Estoy dejando el legado de lo que sé a mis hijos que me ayudan”, menciona.