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EL CARMEN.
Bala la dejó sin poder caminar

Su aspiración por ser policía se vio truncada cuando por accidente un balazo en el cuello le quitó la movilidad en sus piernas.

Sábado 04 Agosto 2018 | 11:00

María Burgos García, de 26 años, realiza terapias junto a familiares para recuperar la movilidad de sus extremidades inferiores. 

Sueña con volver a caminar y desempeñarse como una ingeniera agropecuaria, carrera que está por culminar, dice.
El lunes 17 de marzo de 2014, una visita al trabajo de su novio, mar adentro en Manta, le cambió la vida a esta mujer, quien en ese entonces vivía en la parroquia Los Esteros, en el barrio Divino Niño, de la misma ciudad.
María estaba a dos semanas de presentarse para hacer el curso e ingresar a la Policía Nacional, ya que había pasado las pruebas, y ese era el mayor de sus sueños.
 
>EL ACCIDENTE. Cuenta María que tenía un novio que era policía y que ese día resguardaba un barco que habían incautado con bloques de droga, junto a dos compañeros más, a aproximadamente un kilómetro de la costa.
Recuerda que esa noche fue en una lancha a dejarle merienda a su novio, con el que llevaba ocho meses de relación sentimental, sin pensar que desde ese momento su vida cambiaría para siempre.
Como el lugar era estrecho para comer y no presentaba las condiciones necesarias, el hombre acondicionó un congelador como mesa para merendar.
El recipiente con la comida estaba en el piso, y encima del congelador había varios objetos que estorbaban, entre ellos el arma de fuego de su novio, que estaba cargada y rastrillada.
Ella hizo esos objetos a un lado, y mientras su novio se agachó a coger la comida del piso, María tomó el arma para ponerla también a un lado, pero su novio al darse cuenta le gritó que la dejara.
Ella se asustó y el arma se le cayó de las manos, golpeó en el congelador, y se activó el gatillo.
Ella escuchó el estruendo del tiro, y la bala le atravesó el cuello perforándole la vena carótida. 
De ahí en adelante lo que tiene en su memoria en torno al suceso fue porque se lo contaron. 
 
>INMÓVIL. Cuando sus familiares la visitaron en el hospital, ella pidió al papá que le tocara los pies.
Éste obedeciendo a su hija, lo hacía, pero María no sentía el contacto de las manos de su papá con sus pies. 
“Papi, híncame los pies porque no los siento”, le decía, mientras él se retiraba impotente por no contarle a su hija la verdad.
Recuerda que un médico le dio la mala noticia que “jamás volvería a caminar, ni porque la operaran”, recuerda. 
 
>TERAPIAS. Un mes después le dieron el alta médica y María se sometió a terapias en Manta, aunque tuvo que usar sonda ocho meses y pañales durante un año.
Mientras ella se debatía entre la vida y la muerte, su novio estaba detenido, aunque tres meses después recuperó la libertad, y fue a buscarla.
Él decidió quedarse con ella y mantener una unión libre, aunque María comenta que la relación no tuvo los frutos esperados y se separaron siete meses después.
Ella cree que fue una “estrategia” de él para librarse de una acción legal por parte de su familia, aunque fue sancionado bajo el reglamento de la Policía, pero sigue enrolado en la institución, dice.
A pesar del apoyo incondicional de sus padres, María se negaba rotundamente a recibir terapias, y hasta quiso morir y donar sus órganos.
Todo cambió el 6 de julio de 2014, día de su cumpleaños, cuando ella decidió poner de su parte, incluso se contactó, vía Facebook, con una chica de Bolivia, quien sufrió un accidente peor que el suyo y sin embargo salió adelante.
María, cumpliendo jornadas largas de terapia, a los siete meses se puso de pie, con ayuda de tres personas, y después se arriesgaba a hacerlo sola en su casa apoyándose de unas rejas.
 
>ESTUDIOS. Antes del accidente María estudiaba Ingeniería Agropecuaria en la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí (Uleam), en Manta.
Tras su recuperación decidió continuar sus clases, no presenciales. Desde hace nueve meses lo hace en la misma universidad, pero en la extensión de El Carmen. 
Aspira a graduarse dentro de un año y medio.
María se moviliza con un caminador, andador o en silla de ruedas, aunque desea que alguien le done un cuadrón. Cree que las personas con discapacidad merecen mayores facilidades para movilizarse.
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