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Portoviejo
Un niño lo salvó de una emboscada

Si por un motivo alcanzó a jubilarse de la Policía Nacional, fue porque siempre estuvo un paso adelante de los antisociales.

Domingo 29 Julio 2018 | 11:00

 Era de las personas a las que le gustaba trabajar en equipo y jamás se metió solo a un sitio problemático. Ahora, con 81 años de existencia, Miguel Torres considera que su forma de trabajo fue la más correcta y por eso aún está con vida.

Muchos de sus compañeros, recordó, resultaron lastimados durante intervenciones y otros llegaron hasta a perder la vida. En su caso, dijo, en varias ocasiones puso en riesgo su vida, pero fue en momentos necesarios y cuando otro ser humano requirió de su ayuda.
Durante 22 años prestó servicio a la entidad policial y abarcó todas las provincias del país.  
 
Trabajo.Los años le han pasado factura a don Miguel, pero recuerda un tiempo en que había que caminar montaña adentro para sacar de donde sea a los sujetos que escapaban de los cantones matando o robando.
“Hace 30 o 40 años llegar a la campiña manabita era una eternidad, ya que por las vías a duras penas transitaban los mulares”, mencionó Torres.
En cierta ocasión, precisó, le tocó pasar penurias para detener a un delincuente que se había convertido en un dolor de cabeza para los habitantes de Calderón, Junín, y parte de Bolívar. 
 
Recorrido. Como jefe del destacamento partió a los sitios recónditos de Calderón. La estrategia, añadió, fue simple: no usar uniforme y hablar lo menos posible para evitar que el acento serrano fuera descubierto.
Luego de dos días a pie llegaron al punto. Miguel pidió agua a un campesino mientras sus dos compañeros rodearon la casa para evitar una emboscada.
Cuando el sujeto llegó con el mateancho fue recibido con un arma de fuego apuntando a su cabeza. “Tírese al piso y no oponga resistencia”, le advirtieron.
Como estaba anocheciendo, los agentes y su prisionero se quedaron durmiendo en el mismo lugar mientras la lluvia cayó toda la noche. El traslado del detenido se vio interrumpido cuando un vecino mandó a un niño para decirles a los policías que en el camino serían interceptados por la banda delictiva, y lo mejor era entregarlo para evitarse problema o coger otro camino. 
Siendo hombres decididos, cogieron las acémilas del detenido y por otros caminos llegaron hasta Santa Ana.  “Comíamos al paso y descansábamos poco. Ese fue solo uno de los muchos casos que viví”, dijo Torres.
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