La ambición política por llegar a un cargo que les permita tener poder y abusar de los recursos públicos es tal, que hasta el agua y el aceite pueden unirse.
Por lograr el objetivo de ser alcalde o prefecto, un candidato mañoso vende el alma al diablo si es necesario. Es capaz de convencer a cualquier líder nuevo o empresario para usarlo y sacar provecho de su popularidad. Es fácil conocer a estos politiqueros, pues siempre hacen lo mismo para sacar provecho y así manejar los recursos públicos.
La ciudad y la provincia deben despertar y no darles ni un voto a los corruptos.
El pueblo debe jubilar para siempre a estos eternos politiqueros que cuando han estado en el poder (pagando en el Tribunal) han endeudado ciudades, contrataron obras con familiares y amedrantaron medios de comunicación y periodistas (declarándolos sus enemigos) por revelar sus abusos o desatenciones. Esos politiqueros que pagan para llegar, invierten millones para convencer y usan a terceros para obtener votos, quieren el poder para robar.