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Vestimenta
En Ambatillo se recupera el oficio de la talabartería

Atahualpa Chato es conocido como el último talabartero de Ambatillo, parroquia rural de Ambato, en la provincia de Tungurahua.

Lunes 21 Mayo 2018 | 04:00

 Este artesano, que heredó esta profesión de su abuelo, domina todo el proceso de elaboración de esas artesanías hechas en cuero de res.

Cuenta que cuando en el pueblo alguien sacrifica una vaca o ésta amanece muerta les compra el cuero; luego de un tratamiento casero que aprendió a los 18 años, lo usa como materia prima, señala diario El Comercio. 
Tiene paciencia en cada uno de los tejidos que efectúa con las ocho hebras finas de cuero. Primero los baña con sebo para que queden suaves y hace las trenzas -con presión- para dar forma a los estribos. Por la calidad de sus trabajos es uno de los más solicitados por los chagras o vaqueros de Machachi, Quero, Píllaro, Pichincha, Pangua y otras ciudades, que llegan para comprar sus diseños andinos.
ENTORNO. Su pequeño taller está a 20 minutos al oeste de Ambato. Se llega por una vía asfaltada y serpenteante. En una mesa de madera prepara, poco a poco, la materia prima, que es el cuero, que en ocasiones lo curte en el patio de la casa sin químicos o aditivos, sino usando plantas, ceniza y otros materiales o en ocasiones compra en las curtidurías de Ambato.
Luego corta en finas tiras que le sirven para elaborar su producto, que es comercializado en su propio taller. Tras una investigación intenta dar vida a algunas prendas antiguas que usaban sus familiares. “No existían los zamarros que actualmente usamos, sino que solo se cocía la piel del borrego y lo vestían como pantalón, eso les daba una buena protección. Con esa prenda viajaban hasta el cantón Pangua o El Corazón para traer la panela, en un inicio, y luego el aguardiente”, cuenta Chato. 
Explica que trata de rescatar el trabajo de los antiguos talabarteros. Lo interesante es que toda la labor que realiza es manual y con herramientas antiguas. Para elaborar una montura utiliza piel de res fresca, que es templada en una estructura de madera; una vez seca es cubierta con capas de cuero de calidad que dan seguridad al jinete.
Chato estuvo vinculado desde pequeño a los caballos y se interesó por el oficio, que aprendió solo mirando. Luego fue a las páginas de internet para conocer las técnicas, que las perfeccionó.
Antiguamente los vaqueros o chagras usaban las patas de venado como el soporte del látigo, pero este fue reemplazado por la madera de chonta. “No está permitido cazar a los venados en el páramo y es por eso que decidí reemplazarlo con la chonta, que es más resistente”, menciona Chato.
Su esposa Vilma Chadán, de 33 años, y su hijo Túpac Inti, de 13, también conocen la técnica de la talabartería. Chato dice que si se dedica por completo, él heredará su legado de un artesano honesto y cuidadoso en su trabajo. 
“Es una labor que implica esfuerzo y dedicación, especialmente al tejer las ocho hebras de cuero”, dice Túpac.
El historiador Vicente Chato cuenta que los antiguos habitantes de la comunidad indígena de Ambatillo elaboraban sus propias prendas en cuero para realizar los viajes largos por la montaña y el páramo.
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