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Lissette lucha contra el cáncer y quiere vivir

Pese a que se suspendió su tratamiento contra el cáncer, Lissette ahora busca medicina por el mundo.

Jueves 15 Marzo 2018 | 11:00

Lissette Alarcón cree ser el rostro exacto del cáncer: por fuera luce sana, pero por dentro está muriendo. 

Quienes no conocen su caso podrían dudar que ella tenga cáncer linfático y que hace varios días fue desahuciada en el hospital de Solca (Sociedad de Lucha Contra el Cáncer) en Guayaquil. 
En esa casa de salud, según contó Lissette, le explicaron que ya no podían seguir brindándole el tratamiento médico contra la enfermedad porque “era demasiado costoso”. Fue una mala noticia que golpeó también a otros pacientes.  
Lissette requería aplicarse dos ampollas Brentuximab cada 21 días, cada una con un costo de 4.500 dólares. La última vez que su cuerpo las recibió fue el 13 de diciembre del año pasado. El medicamento era parte principal de un tratamiento contra la enfermedad. Tres meses después la madre de dos niñas, de 5 y 11 años de edad, se aferra a la lucha contra el cáncer, aunque con la desventaja de no tener esa medicina. 
Otro motivo por el cual suspendieron el tratamiento, dijo Lissette, de 36 años, fue porque un nuevo examen arrojó que el cáncer de ella había empezado a progresar. Es decir, había empeorado y ya no había nada por hacer. 
La prueba se realizó dos meses después del último tratamiento, razón por la cual Lissette no descarta que justo esa suspensión habría sido la que originó el avance de la enfermedad. 
“Por ese motivo les pedí (a Solca Guayaquil) que me dieran otra oportunidad de tratamiento, ya que podía ser que por los dos meses de tratamientos detenidos evolucionó la enfermedad. Pero me dijeron que no, que si yo quería podía hacerme quimioterapias, pero ya no para curarme, sino para prolongar mi vida”, relató Lissette. 
Su cáncer está entre el corazón y el esternón. Y, según el examen hecho en Guayaquil, se ha extendido por los pulmones.  
 Regresó a pelear.  Lissette regresó a Solca Manabí, en Portoviejo, donde inicialmente estaba antes de que la transfirieran a Guayaquil. 
Allí su médico de siempre, de quien prefirió no revelar el nombre, le aconsejó no darse por vencida. Le dijo, como lo ha hecho desde un principio, que la pelea contra el cáncer se gana peleando. Entonces le contó que en Argentina se estaba probando un nuevo medicamento con un paciente de similares condiciones. Le recomendó seguirlo, no sin antes aclararle a ella que nada garantizaba que ese nuevo tratamiento la curaría.  
Lissette, quien se aferra a la vida, aceptó la recomendación, a pesar de que el problema mayor no es ahora buscar la medicina fuera del país, sino tener el dinero para conseguirla. 
Se trata de la ampolla Opdivo (r), de componente Nivolumab y cuyo valor promedio es 3.600 dólares. Lissette necesita aplicarse dos cada 15 días durante cuatro meses. Si esa sesión le mejora, habrá una esperanza para ella hasta poder llegar a las puertas de un trasplante de médula.  
Lissette y su familia han emprendido una campaña a través de las redes sociales para pedir ayuda económica y así tomar el tratamiento. 
Lo hacen contra el tiempo, pues Lissette tiene menos de dos meses de plazo para empezar a probar las nuevas ampollas, de lo contrario deberá regresar a las quimioterapias, porque su salud podría decaer en cualquier momento. Una situación a la que está altamente propensa, debido a que lleva más de tres meses sin sus antiguos medicamentos. 
“Yo no me quiero dar por vencida. Estoy luchando por vivir, por eso no descansaré, porque tengo que buscar mis medicinas”, señaló.      
La familia también realiza actividades en busca de recoger dinero. Todos hacen el esfuerzo, incluso la propia Lissette, quien hasta antes de tomar la decisión de luchar contra su enfermedad se negaba a ocupar el dinero que entre ella y su esposo tenían para construir su vivienda. 
“Uno de mis sueños era construir una casa para vivir con mi esposo y mis hijas. Por eso no quería seguir ese tratamiento, porque con lo costoso que es eso significaba acabar con un sueño más de mi familia. Y no quería eso porque con el cáncer ya les he quitado muchos sueños a mis hijas y las he privado de muchas cosas”, relató Lissette. 
Pero eso cambió cuando su esposo y su hija de 11 años le hablaron: él le dijo que no quería una casa sin esposa, y su hija, que no quería un hogar sin mamá. Desde ese momento Lissette supo que la felicidad de su familia era seguir con ella pase lo que pase. 
 
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