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Denuncia.
Ofelia solo pide que la jubilen

Ofelia Chóez parece no tener nuevas penurias por conocer: no posee casa ni trabajo y sufre un mal catastrófico.

Jueves 22 Febrero 2018 | 11:00

A pesar de esta suma de vicisitudes no siente rencor y, cada que puede, sonríe como si nada le pasara.

El último de sus problemas, quizás, es el que más le preocupa, aun más que la propia enfermedad: su jubilación, producto de la cual ha llorado tantas veces que ya perdió la cuenta. Solo recordarlo le humedece los ojos. Otra vez...
Su vía crucis comenzó en el 2016, cuando fue a realizarse exámenes al hospital del Seguro a causa de una inflamación en la mama izquierda. Allí le detectaron que el mal había cruzado al derecho y decidieron operarla. Doña Ofelia, así, perdió el 75% de sus mamas.
Se sometió a quimioterapias cada 21 días, tiempo durante el cual nunca pudo avizorar la calamidad que se le avecinaba.
Por la naturaleza de su trabajo (conserje), le recomendaron jubilarse.
Ofelia no quiere llorar, pero el recuerdo de lo que ha pasado y sigue pasando, le hace cambiar la voz.
En agosto del 2017 fue al Seguro. Su caso entró en estudio. El 21 de octubre regresó donde la especialista, quien le indicó que “todo ya está en el sistema”; le entregó un documento y le dijo que esperara dos meses para la llamada final.
“En ese momento me sentí contenta, porque creí que todo marchaba bien”, dice Ofelia mientras le pide a un familiar que le alcance una pastilla de Taxus, uno de los medicamentos que debe tomar por 5 años.
Justo a los dos meses Ofelia recibió la llamada desde el Distrito de Educación, en donde le indicaron que se acercara a Talento Humano para que hablara con una funcionaria.
“Cuando llegué donde ella me dijo: la felicito, le salió su jubilación”, recuerda Ofelia, cuya piel brilla no por el sudor sino por una crema que amaina uno de los dolores que la aquejan.
Al final, la extensión, por parte de la servidora pública, del acta de finiquito, supuso el término de una relación laboral de 20 años.
El próximo paso era ir a un ciber, pero no a cualquier ciber, sino a uno en particular, en una dirección determinada. Allí debía culminar el proceso de desvinculación, pero lo que parecía ser el fin solo fue el comienzo de un tortuoso trajinar.
“Entré al ciber con una señora que iba a realizar el mismo trámite, ella salió satisfecha, pero cuando me tocó a mí el chico me dijo que no aparecía en el sistema, que no estaba”, dice Ofelia, aquejada de dudas e incertidumbres.
Entonces volvió al Distrito, una y varias veces, hasta que la funcionaria le señaló: Nosotros ya hicimos lo que teníamos que hacer. Es el Seguro que no le da pase”.
El 2 de enero, con motivo de una cita médica, una pregunta que le hicieron en ventanilla de Solca la sobrecogió: “¿Usted es paciente oncológica? No aparece en el sistema”.
De un momento a otro, desapareció, como si nunca hubiera existido. Acudió a la Caja de Pensiones, en donde tampoco la encontraron en el sistema. Allí le explicaron que, para jubilarla, debía llegarle un correo con la notificación.
Cansada de tantas idas y venidas, regresó al Distrito donde la servidora a explicarle su caso. Pero ésta -según Ofelia- le dijo: “Solo nos llegó un listado con su nombre y la jubilamos”.
De vuelta a la Caja de Pensiones, la conclusión fue catastrófica, tanto como su mal: “Señora, a usted le han hecho una maldad, la dejaron sin trabajo, sin seguro, sin jubilación”.
Según doña Ofelia, el Distrito que la jubiló no esperó que llegara el informe de la Comisión Médica Evaluadora del Seguro para que el proceso fuera exitoso. 
Desde esa oficina, Marcelo Espinoza, asesor jurídico, negó malos procedimientos y aseguró que ellos siempre se han mostrado sensibles y solidarios con la exconserje.
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