La noche del 31 de diciembre me tocó abrazar y ver llorar a un gran número de artesanos de monigotes a quienes les fue mal en las ventas. Estaban tristes y decepcionados, pues el trabajo de todo un año no había rendido frutos. 

Varios de ellos se apostaron en la calle 119 del barrio El Paraíso hasta las 11 de la noche, con la esperanza de poder vender algo más, pero todo fue en vano. Como promedio general, la mayoría de comerciantes de ese sector se quedó varada con el 50 % de sus muñecos. Todos los planes que tenían en mente hacer con las ganancias, entre ellos pagar deudas, se les vinieron abajo. Estaban muy desanimados. 

El municipio los ubicó al lado de la terminal terrestre, donde les rentó a USD 2.50 el metro cuadrado del suelo. Luego de cobrarles, los dejó sin luz, sin baterías sanitarias y “comiendo” polvo. El cabildo tampoco se preocupó por controlar la venta informal de años viejos. Por eso, ante la falta de ventas, muchos de ellos se fueron a la calle 109.