Las administraciones de los gobiernos autónomos descentralizados, parroquiales municipales y provinciales, deberían empezar este nuevo año a pensar en planes y programas destinados al desarrollo prioritario, pero con limitantes al dispendio de recursos.
Es que, conocidas las condiciones delicadas en las que el país se desenvolverá económicamente durante el nuevo año, especialmente por la baja del precio del petróleo, es prudente que los gobiernos seccionales se ubiquen en el nivel de abstinencia regulada, evitando gastos innecesarios, sin superficialidades y banalidades que signifiquen costos sin retornos, como gastos en fiestas u otros que no brinden directos beneficios a la comunidad.
Igual, en obras no indispensables a los servicios vitales.
Aquello significa, sin llegar a extremos, seguir una política de inversión acoplada a la necesidad de aprovechar al máximo cada dólar que ingrese a las arcas, administrándolo con pulcritud y eficiencia, con una consciencia de ahorro que facilite enfrentar, en situaciones de escasez, las exigencias de supervivencia de la colectividad.
Luego de diez años de lotería permanente, que es lo que significó para el gobierno nacional pasado el agraciado precio del crudo amazónico, la caída del mismo tiene ahora en apuros a la administración actual, cuyo principal – entiendo - busca, desesperadamente, la manera de mantener el ritmo de gobierno establecido gracias al poder de la varita negra del petróleo.
Pero llegó el tiempo de las vacas flacas, con reservas que se esfuman por no haber practicado la política de ahorro.
Carreteras, escuelas del milenio, hospitales, becas, proyectos hidroeléctricos han sufrido debilitamientos; las proyecciones establecidas sufrirán descompensaciones. Y con ello la imagen y la credibilidad del gobierno.
China - país al que nos une, más que la promocionada política antiimperialista del correísmo, la elevada deuda que, así como vamos, deberán pagar hasta nuestros tataranietos - parecía asentarse como la esperanza del imperio del socialismo de la revolución ciudadana del siglo XXI, versión ecuatoriana. Ahora está en veremos.
Hay que esperar las decisiones políticas del gobierno del presidente Lenín Moreno, cuya separación del yugo de su antecesor le está valiendo duras confrontaciones internas, pudiendo surgir diferencias que de alguna manera discrepen con las concertaciones internacionales concebidas en la administración Correa.
Ahora mismo se ha denunciado que contratos petroleros con el país asiático son un verdadero atraco a la economía ecuatoriana. Pero temo mucho que al gigante chino le importe el hecho que el presidente Correa y sus músicos hayan entonando su canción antiyanki, así como los estribillos contrarios a los organismos crediticios como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para ablandarse ante cualquier reclamo, en caso de pretender presentárselos.
China es ahora uno de los países más capitalistas del orbe y como tal, “business are business”.
Pasará el tiempo y veremos. Pero, mientras, hay que empezar a ajustarse los cinturones.
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