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Los Ríos
‘El Negro’ pasó a ser predicador

Atilio Quiñónez, quien era conocido como “El Negro Tito”, dejó de robar para entregarse al Evangelio.

Viernes 29 Diciembre 2017 | 11:00

“Ahora nueva criatura soy”, asegura Atilio Alí Quiñónez Ayala, de 39 años, acogiéndose a un verso bíblico para describir el cambio total en su vida.  

El hombre pasó de ser llamado en las calles “Negro Tito” a “varón Tito”, puesto que desde hace catorce años es cristiano evangélico.
Antes de unirse a la iglesia “Luz del Mundo”, de Babahoyo, su historial delictivo era bien conocido. 
El hombre fue detenido ocho veces. 
Dentro de la cárcel era tan respetado por los pillos como fuera de esta.
Quiñónez fue aprehendido por escándalo público y asalto y robo a mano armada en aquellas ocasiones.
Terror. Lideró una banda delincuencial de alrededor 16 personas, quienes “paraban” en la Martín Icaza y Noveno Callejón de Babahoyo, recuerda este evangélico. 
Es la misma dirección en donde ahora asiste a la “Luz del Mundo”.
Esto tras salir del cuartel cuando tenía 19 años, puesto que dentro de la milicia aprendió el uso de armas de fuego. 
Aunque desde antes de cumplir la mayoría de edad usaba cuchillos para arrebatar carteras, alhajas y demás prendas a transeúntes.
Con estos antecedentes y siendo el mayor de este grupo de pillos, lo eligieron como el cabecilla.
 
Resentimiento. Con lo robado podía satisfacer principalmente vicios como el alcohol, el cual consumió por primera vez a los doce años. Aunque también “le hizo” a drogas como la cocaína y marihuana.
Quiñónez considera que la principal razón por la que empezó a delinquir fue por el resentimiento que tuvo hacia su padre, ya que lo abandonó junto a sus nueve hermanos a temprana edad, años después quedó huérfano de madre, por lo que le tocó trabajar desde niño.
 
Temido. “Mi resentimiento era muy grande. Es algo que con el paso de los días se agrandaba, llevándome a cometer cosas feas”, confiesa Tito.  
La pasividad del ahora evangélico se terminaba cuando, según él, veía injusticias contra él o hacia otras personas, por lo que se tornaba muy agresivo.
“En momentos como esos yo me cegaba y era muy violento”, confiesa Tito sin entrar en detalles sobre este tema, pero dejando entrever que incurrió en acciones violentas para satisfacer sus necesidades, sin tener remordimientos al respecto.
 
Promesa. A los 25 años fue detenido y llevado a la cárcel de Babahoyo. Fue allí que conoció a un pastor evangélico, quien contó su testimonio a los reos. 
Tito se dio cuenta de que aquella historia era similar a la suya.
Es por eso que Quiñónez, tras estar seis meses en la cárcel (estaba a la espera de una sentencia de siete años por asalto y robo a mano armada), le pidió a Dios que le hiciera el milagro de salir del encierro.  “Le prometí al Creador que si me liberaban, predicaría el Evangelio hasta el último día de mi vida”, indica.
 
Labor. Desde entonces ha laborado como albañil, pintor y vendedor ambulante especialmente en los buses, donde aprovecha para contar su testimonio.
En la actualidad tiene un segundo matrimonio, aunque nunca descuida a sus dos hijos, asegura.
Quiñónez espera en el 2018, tras graduarse como bachiller, estudiar enfermería en la Universidad Técnica de Babahoyo.
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